viernes, 29 de mayo de 2009

UNA DECADA DE LUCHA


(El cumpleaños del movimiento gay)

No pudo ser más acertada la emisión de Informe Especial, considerando que al poco tiempo de su exhibición, se conmemoraron diez años de la fundación del Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH (28 de junio de 1991), realizando para tal ocasión un sinnúmero de actividades. Entre los múltiples festejos de junio del 2001, destacó la presentación pública de Carlos Sánchez Soto como primer candidato homosexual a diputado por Santiago en la lista del Partido Comunista, más la inédita inscripción en los registros electorales de una decena de travestis que decidieron apoyar la postulación de Sánchez.

Un huracán llamado “Pasajera”

Simultáneamente a estos hechos, aparecía la publicación de una entrevista en el diario The Clinic a Francisco Casas, ex integrante del colectivo Las Yeguas del Apocalipsis, quien retiró el velo sobre uno de los grandes rumores de la literatura chilena de todos los tiempos, afirmando que Gabriela Mistral era total y completamente lesbiana.

Mientras en Chile los establecimientos de enseñanza siguen transmitiendo a sus pupilos la figura de una Gabriela Mistral de origen humilde, pedagoga ejemplar, diplomática por vocación, soltera y aparentemente asexuada, en México se prepara una película que desacraliza la vida de la premio Nobel”, señaló la publicación quincenal, incitando de este modo
a la controversia pública.

La afirmación de Pancho Casas irritó de inmediato al alcalde de Vicuña (cuna de la poetisa) quien, unido a otros ediles del Valle del Elqui, inició una campaña en contra del film, cuando aún no se rodaba. No entiendo por qué siempre se inventan historias sobre su vida y tratan de ensuciarla, fundamentó la autoridad municipal a través del diario electrónico El Mostrador.

Francisco Casas, desde Ciudad de México, defendió su guión y luchó, con poco éxito, por retener a los auspiciadores que se retiraban uno a uno del proyecto por presiones políticas del Gobierno chileno, según denunció. Tanto fue el escándalo que desató “La Pasajera”, más el rechazo de ilustres figuras culturales criollas, que el proyecto de Francisco Casas y Yura Labarca no pudo concretarse por falta de auspiciadores y nulo respaldo, demostrando que la homofobia aún reina en nuestro país y que ésta puede alcanzar dimensiones internacionales.

De todos los rechazos al proyecto, la opinión desfavorable que más irritó a Francisco Casas provino del ex Secretario General del Partido Comunista de Chile, el fallecido escritor Volodia Teiltelboim, quien a través de la prensa negó tajantemente la homosexualidad de la poetisa. Sobre el particular, Francisco Casas denuncia:

Volodia nos acusó de degenerados por ofender a un personaje nacional como es Gabriela Mistral. Entonces, cuando él, Volodia, que es la máxima figura intelectual del Partido Comunista chileno, arremete de esa forma contra dos homosexuales, puedes imaginarte qué piensa el resto de los comunistas. Dicen que hay apertura en la izquierda, pero yo creo que existe una apertura hipócrita, porque la izquierda necesita verse renovada, pero, nunca, nunca van a aceptar a los homosexuales. Es una especie de pacto y negocio hipócrita donde los que ganan son ellos que no quieren repensarse. Necesitan a los homosexuales, pero pueden prescindir de ellos en sus decisiones políticas.

El candidato de la izquierda gay

Carlos Sánchez militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) entre 1976 y 1990. Ingresó a la Universidad de Santiago en 1977, siendo expulsado por participar en movilizaciones contra el régimen militar. El mismo año, ayudó a organizar un comité de estudiantes democráticos, y desde 1983 formó parte del Consejo Directivo del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo CODEPU (organismo que defendió los Derechos Humanos durante y después del régimen militar), hasta 1990. En esa misma época colaboró con el desarrollo del Movimiento Democrático Popular MDP y en 1994, se integró a la directiva del MOVILH, llegando a ser el primer candidato homosexual a diputado por Santiago apoyado por el Comité de Izquierda por la Diversidad Sexual.

A comienzos del 2001, producto de un sostenido trabajo de encuentro estratégico con diversos partidos de la izquierda chilena, particularmente con el Partido Comunista, nació el Comité de Izquierda por la Diversidad Sexual, que agrupó a homosexuales, lesbianas y travestis de izquierda. En el contexto de una nueva elección parlamentaria programada para el 16 de diciembre del 2001, se concretó la idea de crear un comité político que, reunido para constituirse como organización, terminó por designar a Carlos Sánchez como candidato gay a diputado por el distrito 22 de Santiago. Sánchez, manifestando su confianza en las conquistas que obtendría el movimiento gay con su apuesta electoral, señalaba:

Esta candidatura no es una simple candidatura homosexual, es una candidatura gay de izquierda y en este caso, la izquierda, se está poniendo, no sé si los sosteneso los pantalones, pero lo claro es que hay un importante cambio político. Igual hay gente que me ha manifestado que todo esto puede ser cosmético y superficial. No obstante, nuestro objetivo como movimiento homosexual, más allá del oportunismo que pudiera existir, que no creo, es ocupar ese espacio que abrimos en la izquierda y llenarlo de contenidos.

El torero Lemebel

Desplegado el telón de fondo de su paso por la performance y las artes plásticas con las míticas Yeguas del Apocalipsis en los años ochenta, sumado al reconocimiento como activista homosexual y cronista urbano en los años noventa; en abril de 2001, el escritor Pedro Lemebel presentó su primera novela Tengo miedo torero, en el ex Congreso Nacional de la capital, marcando un hito en lo que a la literatura y política se refiere. Ambientada en los años ochenta, en plena dictadura militar, relata las vivencias de un romántico homosexual colaborador accidental del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. El libro no sólo acaparó la atención de periodistas, críticos y lectores, sino que también trajo a la memoria la audaz hazaña de un grupo de frentistas que intentaron asesinar al dictador chileno. Además, entrecruza con ironía y desparpajo la lucha armada de esos años con la presencia de homosexuales y travestis que, como “la loca” de la novela, ayudaron a amortiguar el terror vivido durante esas épocas.

Lentamente, con un trabajo independiente y sostenido en el tiempo, Pedro Lemebel se fue transformando en una figura clave de la lucha del movimiento homosexual chileno. Y no sólo por su transgresora pluma alabada por la crítica, sino que también como activista que abrió caminos a las luchas políticas más organizadas de los homosexuales. Lemebel ha recibido reconocimientos y premios, junto a un singular conjunto de críticas homofóbicas provenientes del “mundillo de la literatura macha”, como ha señalado el escritor. No por nada el escritor y ensayista mexicano Carlos Monsivais prologó uno de los libros de crónicas más leídos de Lemebel, con el mismo texto que publicó diario El Mercurio. En El amargo, relamido y frenético frenesí, prólogo de la reedición de La Esquina es mi corazón, Monsivais, señalaba:

Pedro Lemebel es un fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak indisolublemente unidos, los que están fuera, en la desolación y la energía de los que sólo se integran a su modo, en los márgenes que ya no tienen el peso arrasador de antaño. (Si algo, la obra de Lemebel es un rechazo del determinismo homófobo). A Lemebel le ponen sitio las miradas (las lecturas) de la admiración, el morbo, el regocijo de “los turistas de lo inconveniente”, la extrañeza, la solidaridad, la normalidad de los que están al tanto de la globalización cultural, esa que, para los gays, se inició dramáticamente con los juicios del escritor británico, Oscar Wilde, en 1895 y jubilosa y organizativamente con la revuelta de Stonewall en 1969.

La otra patria

En septiembre de 2001 se realizó en Santiago la segunda versión de la Patria Gay, con actos de tributo a la discoteque Divine en Valparaíso, una liturgia ecuménica, un ciclo de cine lésbico - homosexual en el cine Arte Alameda y una multitudinaria marcha por el centro de Santiago. Sin bien la opinión pública tenía puesta su mirada en el atentado terrorista en EEUU, la marcha homosexual en Santiago que, a diferencia del año 2000, estuvo casi libre de controversias, no pasó del todo desapercibida por la ciudadanía. Hubiera sido un éxito, si no hubiese mediado la figura controvertida y distractora de Rolando Jiménez y su autodenominado brazo político de la comunidad gay. Este rechazó la realización del evento, recibiendo la atención de la prensa escrita interesada en destacar las diferencias que dividen al mundo homosexual organizado. Jiménez afirmó al diario electrónico El Mostrador:

El concepto de patria gay no lo compartimos porque remite a ghettos espaciales o culturales. Nos parece que, generar demandas como matrimonio entre homosexuales o adopción de hijos y colocarlas a través de este tipo de manifestaciones en la opinión pública, es absolutamente irresponsable.

Tiempo después, Jiménez cambia substancialmente de posición y junto a su organización promueve la creación de espacios gay friendly como reductos humanos / territoriales, centrados básicamente en el barrio Lastarria y Bellavista de Santiago, sumado a la actual y bullada demanda de unión civil y matrimonio homosexual.

Ceremonia simbólica

No obstante el rechazo inicial a la marcha, el sábado 3 de noviembre de 2001, en la sede de la Fundación Laura Rodríguez de Santiago, se efectuó una simbólica ceremonia pública. En esa ocasión, Andrés Valdés y Pedro Pozo, ante la presencia de familiares y muchos amigos, contrajeron “matrimonio” frente a las pantallas de Televisión Nacional de Chile. Antes del acontecimiento, había interés de los medios de comunicación, particularmente del diario La Cuarta, que anunció el “matrimonio gay” en colorida foto portada. Aunado al delirio de escenificar a través de los medios de comunicación la institución del matrimonio como una aparente demanda política de los homosexuales chilenos, llamó la atención el esmero que demostró la prensa frente a este acontecimiento.

Quizás contagiados por noticias provenientes del viejo continente que informaban de bodas entre gays, la prensa nacional intentó emular, a través de noticias y reportajes, la consagración de una histórica demanda del movimiento gay europeo con nuestro simbólico matrimonio homosexual, olvidando de paso el conservador contexto chileno que nada tiene que ver con la realidad cultural, política y legal de los homosexuales en Europa.

Sea como sea, Televisión Nacional emitió una nota sobre el acontecimiento que, beso incluido, dio cuenta de una realidad social cada vez más presente y a la que los medios de comunicación, unos más otros menos, comenzaron a dar notoria acogida.

La noticia responde a que la gente está más abierta a poder procesar estas temáticas. Aunque muchas personas se tienen que haber quedado pegados a la tele por morbo, también es cierto que no es posible pintar un país que ya no existe, afirmó el autor de la nota, Cristián Barreaux, al diario electrónico El Mostrador en su artículo Las pequeñas grandes señales de apertura en la televisión pública.

Curiosamente, tiempo después, en diciembre de 2002, Buenos Aires se convertiría en la primera ciudad de América Latina en legalizar las uniones civiles entre homosexuales. Señalemos que disímil a Chile, Argentina se divide en provincias y que mientras en Buenos Aires se permite la Unión Civil entre personas del mismo sexo, en otras provincias, homosexuales y lesbianas realizan ceremonias simuladas, sumado al maltrato y asesinato de travestis.

Panfletos en Bellavista

Las reacciones contrarias no se hicieron esperar. A mediados de noviembre de 2001, la promisoria apertura mediática y social en Chile, expresada en una aparente liberalización de la cultura, y subrayada en los diversos espacios comerciales que han nacido para satisfacer las necesidades de consumo de lesbianas y homosexuales, motivaron la irrupción de una serie de hechos homofóbicos y contrarios a la pequeña ola de tolerancia que, lentamente, comenzaba a recorrer nuestra loca geografía. Si bien se trató, en un primer momento, de hechos aparentemente aislados, generaron incertidumbre. Hechos que luego se transformaron en maltratos, golpes y asesinatos de homosexuales populares y de travestis que ejercen el comercio sexual callejero, el sector más expuesto a la agresión homofóbica.

Lo que sucedió el 10 de noviembre de 2001, se inscribió en el ámbito comercial. Esa noche, cientos de panfletos dirigidos contra los locales homosexuales del barrio Bellavista inundaron las calles del turístico sitio capitalino, acción que fue considerada como “muy grave” por los dirigentes del movimiento homosexual, entre ellos Carlos Sánchez, candidato homosexual al Parlamento. Los panfletos, acuciosamente diseñados e impresos, acusaban a los locales gays de estar siendo objeto de una preferencia que iría en claro desmedro de los otros sitios para público en general (heterosexual). El mencionado panfleto señalaba:

¿Por qué estos locales pueden estar abiertos hasta después de las 5 A.M. y los lugares para gente normal no?
.
La denuncia quedó en manos de la Policía de Investigaciones de Chile, que se comprometió a investigar el caso. Sin embargo, a comienzos de 2002, la causa fue sobreseída temporalmente sin culpables ni procesados. El incidente dio cuenta de la desmedida importancia que ha ido adquiriendo el mercado gay en Santiago, en desmedro de otras luchas más políticas. El suceso, alimentado por el oportunismo sensacionalista de un sector de la prensa, sólo puede ser observado dentro de las batallas del libre mercado que transforma a los ciudadanos en meros consumidores, alejándonos de las demandas más revolucionarias de los homosexuales organizados. Aparte del incidente discotequero que pudo ser una estrategia de marketing de los mismos locales gays atacados, según confidencia un joven gay asiduo a estos lugares de diversión nocturna, lo que realmente preocupó a los activistas homosexuales fueron las declaraciones públicas de Juan Antonio Montes, director de la ultra conservadora organización “Acción Familia”, quien a fines de noviembre de 2001, lanzó una campaña en contra de todos los “males” que están “empobreciendo” a la sociedad cristiana. Juan Antonio Montes, en entrevista a Las Ultimas Noticias, publicada el 28 de noviembre de 2001, afirmó:

La conducta homosexual es intrínsecamente desordenada, tal como lo establece la Congregación para la Doctrina y la Fe, que distingue conductas de tendencias. Puede haber personas que sin culpa tengan tendencias homosexuales. A esas personas la iglesia las acoge. Ellos pueden llevar una vida célibe o una vida... digamos matrimonial, pero lo que no pueden hacer es ceder a su tendencia. (…) En Chile siempre ha habido homosexuales y el poder público ha sido muy sabio en no concederles derechos propios a ellos en cuanto tales. Quien practica el bien y la virtud tiene derechos, pero lo que es el vicio no tiene derechos. Por ejemplo un ladrón tiene derecho en cuanto chileno, en cuanto hombre, en cuanto padre de familia, pero en cuanto ladrón no lo tiene. El homosexual es lomismo, no puede tener derechos en cuanto homosexual. Al contrario, la ley hasta hace poco tiempo los sancionaba con cárcel y eso era una muy buena prevención, porque hay estudios norteamericanos que consideran que un homosexual corrompe a lo largo de su vida a 60 personas no homosexuales.

Las declaraciones de Montes provocaron un verdadero terremoto en el mundo homosexual organizado y entre diversos organismos gubernamentales que apoyaban abiertamente la labor política y social del movimiento homosexual criollo.

En declaraciones a la prensa, Alejandra Díaz, jefa del programa Tolerancia y No Discriminación, dependiente del Ministerio Secretaría General de Gobierno, en clara referencia a las duras críticas que formuló Juan Antonio Montes, por el apoyo del Gobierno a los grupos homosexuales, sostuvo:

Su postura tiene que ver más que nada con falta de información, prejuicios y francamente con el tema de la homofobia. En la sociedad chilena nadie debe quedar excluido, pues todos somos parte de Chile. La homosexualidad no es una enfermedad, sino una orientación sexual, de manera que sus declaraciones en el fondo constituyen una falta de respeto.

Finalmente, Díaz invitó a Montes: A acercarse a nosotros y conversar el tema conjuntamente con las organizaciones homosexuales, para que se dé cuenta de que son personas comunes y corrientes con una orientación distinta. Vamos a seguir apoyando a los movimientos homosexuales en general, a las minorías sexuales y también a las trabajadoras sexuales, porque el cambio que requiere nuestro querido Chile es cultural y de aceptación a lo diverso y este señor Montes no contribuye a eso.

Taconeando en las urnas

Posteriormente, nada pudo impedir que homosexuales, lesbianas y travestis continuáramos en nuestra lucha, participando en las elecciones parlamentarias del 16 de diciembre de 2001. Ese día, mientras millones de ciudadanos y ciudadanas concurrían a las urnas a expresar su voluntad popular, un grupo de travestis y homosexuales marcaban la nota diferente a las elecciones parlamentarias.

Carlos Sánchez, candidato homosexual, llamó la atención de la prensa con los 2. 437 votos obtenidos en el distrito 22 de Santiago, aunado a la presencia de una decena de travestis que, por primera vez en la historia de Chile, integraron mesas de varones, provocando preocupación y comentarios de los jóvenes militares que custodiaban los recintos de votación. El bullado rol de Juan Evaristo Sepúlveda (Tati), quien asumió como vocal en una mesa de varones en la ciudad de Talca y la presidencia de Carlos Martínez (Paulina), en una mesa de varones en la capitalina comuna de Pudahuel, se escribieron en la historia política del movimiento homosexual criollo como hitos destacados e inéditos. Silvia Parada, presidenta de la agrupación Traves Chile, afirmó:

La participación de las transgéneros en las elecciones parlamentarias fue bien importante, incluso sobrepasó nuestras propias expectativas. Que nuestras compañeras descubrieran que ellas también eran ciudadanas con voz y voto, y que tenían derechos a participar de la vida política así como cualquier chilena, fue super importante para nuestra organización. Ojalá que en el futuro las mesas sean mixtas, para poder ir a votar vestidas como siempre andamos. Si yo hubiese salido elegida vocal de mesa, me habría presentado como siempre ando, no me habría puesto pantalones como lo hicieron algunas de mis compañeras.


Foto: Carlos Monsivais, uno de los escritores más importantes del México contemporáneo. Su capacidad crítica, su estatura intelectual y su peculiaridad estilística lo han convertido en una de las voces más reconocibles del panorama cultural hispánico. De igual modo, su omnipresencia en múltiples foros (revistas, mesas redondas, programas de radio y televisión, periódicos, coloquios, museos, películas, antologías y prólogos) lo ha convertido en uno de los personajes fundamentales de Ciudad de México.

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