viernes, 29 de mayo de 2009

VAMOS A ANDAR

El amor que no osa decir su nombre
(Oscar Wilde)

Nací el 13 de febrero de 1969, en medio de una familia tradicional, machista y futbolera. Desde pequeño sentí mi diferencia. Recuerdo muchas veces haber llegado llorando a casa, porque en las calles me molestaban. “Maricón”, “coliza”, “colipato” y otras palabras ofensivas, eran los gritos que escuchaba reiteradamente. Tenía la voz dulce, era delgadito, aunque la homosexualidad en ese minuto era un misterio en mi pequeña existencia. No entendía las agresiones, ni el sentido de tantos insultos gratuitos, pero aprendí a convivir con ellos, construyendo una coraza que me protegió de burlas, atropellos y comentarios. Así, mientras reinaba en mi cuarto propio, comencé a descubrir mi infantil sexualidad, explorando cuerpos, emociones y sensaciones con otros compañeros del colegio. No tengo muchos recuerdos de aquella época, excepto esas primeras exploraciones sexuales, aunque debo reconocer que mi infancia, junto con ser pobre, fue solitaria debido a las burlas y la estigmatización.

Luego, de adolescente, experimenté las peripecias teatrales de intentar parecer lo que no era, un heterosexual. Fue difícil actuar lo más hombre posible, ya que desde muy pequeño me gustó vestir llamativo y mi actuar delataba mis maneras. Si bien de niño sentí que era un ser humano diferente y exploré mis primeras erotizaciones, más joven, el sentir homosexual comenzó a transformarse en un sentimiento recurrente y en un complicado proceso del cual intenté huir muchas veces por miedo al qué dirán. Felizmente no pude escapar a mi destino y terminé transformando mis miedos infantiles en fortalezas políticas, expresadas posteriormente en las muchas batallas emprendidas junto al Movimiento de Liberación Homosexual de Chile, MOVILH, durante los efervescentes años de la democracia post Pinochet.

Hoy, rumbo a los 40, estoy cierto que nadie elige el sentir homosexual, o tampoco opta por lo heterosexual. No creo que importe demasiado saber si la homosexualidad se hereda o se aprende, porque muchas discusiones infructuosas hemos tenido al respecto, aunque estoy convencido de la necesidad de vivir libremente la sexualidad. Paradójicamente, el respeto a la diferencia lo descubrí cuando joven y participaba en mi parroquia católica de barrio, en la población El Cortijo de Conchalí. Ahí en medio de peregrinaciones y liturgias varias, transité por las luchas sociales de una iglesia comprometida con los pobres y la democracia. Fui monitor de las Colonias Urbanas, monitor de las primeras comuniones, tío de confirmación y destaqué en otros roles que hicieron crecer fortalezas e idealismos, encarnando convicciones de transformación social. En esos momentos de búsquedas y definiciones sexuales, la iglesia católica, la misma que condena las prácticas homosexuales, se transformó en un lugar acogedor y familiar. Curiosamente, en tiempos de Pinochet, esa misma iglesia conservadora me ayudó a definir mi homosexualidad.

Terminada la dictadura militar, alejado de la iglesia y de lleno en esclarecimientos personales, escuché de la existencia de un grupo de homosexuales organizados y conocí a un amigo clave en el proceso, que me ayudó a descubrir al naciente movimiento gay chileno. Su nombre es Víctor Parra, él era monitor de talleres de artesanía en la Población Juanita Aguirre, en Conchalí. Ahí, fabricando artesanías de papel, observando su figura robusta, atenta y delicada, descubrí que algo íntimo nos unía más allá de lo meramente artesanal: la homosexualidad. Lo que en ese minuto no percibía, era la importancia que Víctor adquiriría en mi despertar político, homosexual y combativo. Entre chanchitos y palomitas de papiro, nuestras conversaciones de tarde nos llevaron a hablar del Movimiento de Liberación Homosexual y de sus idearios de libertad y emancipación.

Recuerdo que mi primer encuentro más directo con el Movimiento Homosexual aconteció en una marcha del Informe Rettig, en marzo de 1992. Un poco antes de eso, pedí a Víctor Parra que me invitara a las reuniones semi clandestinas que efectuaba el MOVILH en una vieja casona del centro de Santiago. Pero mientras esperaba la nunca concretada invitación, por azares del destino, me encontré con los compañeros del MOVILH en plena marcha por los Derechos Humanos un 4 de marzo de 1992, en la Alameda de las Delicias. Ahí, frente al Palacio de Gobierno, marchaban los que más tarde serían mis compañeros de tantas intensas batallas. Los homosexuales, a diferencia de otros heterosexuales que marchaban a rostro descubierto, enfilaban a la cola de la caminata con sus rostros enmascarados esquivando el estigma social, vistiendo un riguroso luto en homenaje a las víctimas de la dictadura militar y enarbolando un lienzo que rezaba: Por nuestros hermanos caídos. Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH. Entonces, superado por la sorpresa y venciendo el miedo, me sumé al grupo, sin saber que ese solo instante sería trascendente para la trayectoria política del movimiento homosexual chileno e histórico en mi propia vida.

Después de ese inolvidable evento, me integré decidido a las filas del Movimiento de Liberación Homosexual, asumiendo diversas responsabilidades políticas y públicas; entre ellas, crear y animar el primer programa radial de lesbianas y homosexuales en Chile, Triángulo Abierto, sumado a mi rol de coordinador del MOVILH durante los años más duros de nuestra lucha pública. Eran los tiempos más complejos, efervescentes y desafiantes de nuestra historia. Tiempos en que recogíamos poca, pero consistente solidaridad de la izquierda política más postergada, de pensadoras y activistas de movimientos feministas (que históricamente han impulsado las luchas del movimiento lésbico / homosexual ) y de la intelectualidad post marxista, que veía en nosotros y nosotras; lesbianas, homosexuales y travestis politizados y emancipados, la posibilidad cierta de un profundo cambio social en Chile.

Años después de haber ingresado al Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH, y luego de fortalecer y profundizar un trabajo complejo y controversial debido a enfoques estratégicos e institucionales más radicales al interior del mismo movimiento gay, resolví apartarme de la dinámica organizacional, asumiendo un rol autónomo e independiente de la organización, creando lo que más tarde sería conocido en manifestaciones públicas como El Che Guevara de los Gays. Un Che homosexual que buscó reinventar metafóricamente la utopía libertaria de la izquierda latinoamericana, pero encarnada en personajes contemporáneos, desvalidos y estigmatizados, entre ellos, las minorías sexuales; lesbianas, travestis y homosexuales.

Un poco antes, pero paralelo a la militancia homosexual, comencé mis estudios de periodismo en Universidad ARCIS, titulándome en septiembre del 2000. Buscando ser consecuente con mi personal historia de vida, la militancia política homosexual y los estudios teóricos; asumí el programa de radio del MOVILH y comencé a desarrollar mi tesis de grado sobre la Historia Política del Movimiento Homosexual en Chile. Una tesis acorde a los tiempos, que hoy ve la luz en este recuento histórico, que recoge múltiples escenas del esqueleto social, cultural, humano y político de nuestra lucha social por conquistar un justo espacio bajo el sol.

Junto con el rescate de la memoria homosexual en tiempos donde se desecha el pasado, cortando y recortando los hitos más destacados que construyen el caminar político de lesbianas, homosexuales y travestis en Chile, la particularidad del presente relato es el valor de aventurarse a contar la propia historia desde el centro de la enunciación, es decir, sin temer al registro del testimonio personal, biográfico, pero apelando a la consecuencia histórica de los personajes enunciados y a una política representacional que liga identidades biográficas con luchas políticas históricas. El presente relato rescata la memoria de un colectivo de la sociedad chilena que no ha sido registrado en la historia política, cumpliendo así la doble artesanía de incluir relatos colectivos / públicos, alimentados con las particulares vivencias autobiográficas de un periodista e investigador social, transformado en activista y protagonista de los acontecimientos.

El título del libro, Bandera Hueca, cita la performance perpetrada en tanto activista homosexual, cuando el 4 de mayo de 1994, en medio de un Congreso del Partido Socialista y en presencia de la ex Primera Dama de Francia, Danielle Mitterrand, solicité su apoyo a la lucha en contra del artículo 365 del Código Penal que castigaba con cárcel la sodomía consentida entre hombres, desplegando ante el asombro de los políticos presentes, una bandera chilena rota con un hueco en su centro, simbolizando así el espacio hueco, ocupado por lesbianas, trans y homosexuales de Chile.
Víctor Hugo Robles
Santiago de Chile, 22 de abril de 2008

Foto: 4 de marzo de 1992, marcha en conmemoración de la entrega oficial del Informe Rettig, participando un grupo de homosexuales enmascarados, vestidos de riguroso luto y portando un lienzo que rezaba: "Por nuestro hermanos caídos, Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH" (Iris Colil. Archivo Histórico Movimiento Unificado de Minorías Sexuales MUMS)

LA PRIMERA REBELIÓN


(El comienzo de una lucha sin cuartel)


Eran los tiempos en que la Raquel, la Eva, la Larguero, la Romané, la José Caballo, la Vanesa, la Fresia Soto, la Confort, la Natacha, la Peggy Cordero y la Gitana, se reunían a conversar en la Plaza de Armas de Santiago. Charlaban de sus proletarias vidas y pernoctaban en la céntrica plaza. Luis Troncoso, la Raquel, 55 años, y quien fuera uno de los protagonistas de la primera rebelión homosexual en la historia de Chile, recuerda con aires de nostalgia:

Casi vivíamos ahí, a veces también dormíamos en algún rincón. En el día nos dedicábamos a pedir monedas y después íbamos a comer a la UNCTAD (actual edificio Diego Portales), porque vendían comida barata y súper rica. Después volvíamos a la Plaza de Armas y en la noche íbamos a patinar por Providencia o a la Plaza Italia.

La manifestación pública ocurrió un domingo 22 de abril de 1973, el mismo día que el ultra derechista grupo Patria y Libertad hacía explotar una bomba en el monumento al Che Guevara en la comuna de San Miguel. Así, mientras el mundo político concentraba su interés en el atentado terrorista, la prensa sensacionalista se deleitaba cubriendo los pormenores de una manifestación pública jamás vista en nuestra homofóbica sociedad, y cuyos protagonistas eran un grupo de homosexuales que poco tenían que perder. José Ortiz, 50 años, estilista, otro de los promotores de este acontecimiento, recuerda:

Nos atrevimos a protestar porque estábamos cansados del abuso policial. En ese tiempo, tenía unos 18 años y vivía detenido por ofensas a la moral y las buenas costumbres. Si no iba preso, era rapado por la policía cuando me sorprendían puteando en la calle.

La Raquel afirma que en esos años no había tanta libertad para reclamar, asegurando:

Protestamos porque estábamos cansadas de la discriminación. En esos años, si andabas en la calle y los pacos se daban cuenta de que eras maricón, te llevaban preso, te pegaban y te cortaban el pelo por el solo hecho de ser maricón. Las cárceles y las comisarías eran como hoteles para nosotras. En ese tiempo nadie nos defendía, ni siquiera teníamos el apoyo de nuestras familias porque una se arrancaba de la casa de cabra chica para vivir más libremente, confiesa la Raquel, asegurando que en esos años no había tanta libertad como ahora para ir a reclamar a alguna parte.

Hasta ese minuto en la Plaza de Armas de Santiago, los “maracos”, “yeguas sueltas”, “locas perdidas”, “mariposones”, “colipatos” —como les llamaba la prensa amarilla a los homosexuales de entonces— no aparecían organizados, ni emancipados en ninguna parte. Sólo figuraban en reportajes relativos a la primera operación de cambio de sexo que transformó en mujer a Marcia Alejandra Torres, en pasionales crímenes sodomíticos o en redadas policiales contra los travestis prostitutos que ejercían el comercio sexual en calle Vivaceta 1226, lugar de hospedaje del mítico burdel de la más famosa reina prostibulera de Chile, Carlina Morales Padilla, la “Tía Carlina”.

La única imagen positiva de los homosexuales de ayer, destacada por la prensa de espectáculos, tiene exclusiva relación con los artistas homosexuales integrantes del celebrado conjunto de baile “Blue Ballet”, quienes incomodaban con su peculiar nombre a los recios futbolistas del Club Universidad de Chile y sorprendían al público con sus actuaciones en el teatro de variedades Bim Bam Bum de la capital. Estas exitosas presentaciones rápidamente conquistaron dinero y fama, siendo el primer conjunto de homosexuales transformistas en la historia de Chile. Entre ellos, destacó la figura de un personaje que con el tiempo se convirtió en una leyenda cuando, a mediados de los años noventa y después de regresar de París transformada en mujer, inauguró un refinado restorante francés en el barrio Brasil, presentando su nueva identidad: Candelaria Patricia Manzo Seguel, más conocida como “Candy Dubois”.

En medio de un contexto social de creciente polarización política, previo al Golpe del 73, momentos en que los Derechos Humanos de las minorías sexuales eran una utopía, un puñado de jóvenes de origen popular, que no superaban los 18 años, decidió sacar la voz.

La Raquel describe de este modo las diferencias sociales que dividían al mundo homosexual criollo durante el período de la Unidad Popular:

En ese tiempo había tres grupos de maricas que se reunían en el centro de Santiago. Estaban los de Plaza de Armas, los de Huérfanos y los de Alameda. Las que se juntaban en Huérfanos eran las locas más regias, las que se hacían las más lindas, las cuicas. Las de Alameda eran las más o menos, así como de clase media, y las de Plaza de Armas, que éramos nosotras, las locas más pobres y atorrantes.

Por su parte José Ortiz, afirma que actualmente las cosas han cambiado favorablemente para los homosexuales, agregando:

Nosotros no teníamos el respaldo de nadie, al contrario, a nosotros nos reprimían más porque en ese tiempo existía la detención por sospecha, en cambio ahora no existe. Ahora se puede marchar por la calle sin miedo a la policía y eso en el pasado era casi imposible porque nos fichaban como sodomita patín.

No obstante estos cambios y mucho antes de la relativa transformación cultural que se aprecia en lo cotidiano, en pleno Gobierno socialista de la Unidad Popular, los homosexuales eran vistos como escoria, sus demandas no existían, ni siquiera estaban contempladas en los cambios políticos, sociales y culturales que ambicionó implementar el presidente Salvador Allende.

La Raquel, recordando esos tiempos en que ella y sus compañeras del sexo rentado debían pagar con persecución y cárcel su transgresión, asegura:

En los tiempos de Allende había más libertad política, pero no había libertad para nosotras. En esos años la gente se horrorizaba y escandalizaba con nosotras y eso que la homosexualidad era más oculta, no como ahora que es más liberal.

“Fuimos los pioneros”

Pese a que algunos protagonistas del mítin no recuerdan haberlo programado con antelación, la sola idea de protestar en contra del abuso policial siempre estuvo en sus cabezas, particularmente en la mentalidad de la Gitana y la Fresia Soto, las líderes naturales del grupo. Raúl Troncoso, otro de los participantes de la manifestación, rememora:

La verdad es que nosotras hace tiempo queríamos protestar, y eso que nos conocíamos así no más, ni siquiera sabíamos el verdadero nombre de las otras. De hecho, nunca supimos el verdadero nombre de la Gitana, asunto que la policía nunca creyó cuando comenzó a buscarla por cielo, mar y tierra después de la protesta.

La Raquel agrega con picardía travesti:

Lo único que sabíamos era que la Gitana regentaba el hotel Antofagasta en la calle San Diego. En cambio, la Fresia Soto era más conocida porque ella era como comunista, le gustaba hacer reuniones, nos conversaba de política e, incluso, dicen que llegó a ser concejal por la comuna de Conchalí. Esa loca se llamaba Luis Soto, por eso le pusimos la Fresia Soto.

Transcurridos 35 años, resulta complicado para sus protagonistas intentar reconstituir aquel suceso, aunque uno de ellos asegura recordar pormenores del evento. Jorque Droguet, la Eva o la “medallita”, comerciante de 55 años, dice saber cómo se gestó la manifestación. Eva, muy convencida de las influencias políticas de sus amigas, asegura:

La protesta la organizó una loca que le decían la Fresia Soto. Ella era bien movida, incluso pidió permiso a Carabineros, Investigaciones y la Municipalidad para hacer la protesta. Yo creo que por eso no nos reprimieron en el acto, aunque sí nos vigilaban desde lejos.

La Raquel, en cambio, dice no creer mucho en esta supuesta autorización oficial, considerando la severa persecución que hizo famosa a la policía de esos tiempos y porque asegura:

La Fresia Soto era media cuentera. A nosotras nos dijo que había ido a pedir permiso a la Municipalidad para protestar, pero nunca le creímos mucho.

Sea como haya sido, con autorización o sin ella, un grupo de aproximadamente 25 homosexuales, de estrato popular, protestaron en la Plaza de Armas de la capital, iniciando de este modo una travesía en pro de las reivindicaciones del mundo gay de Chile. José Ortiz observando con nostalgia los amarillentos archivos de prensa que muestran la primera protesta homosexual en la historia, afirma:

Nosotros fuimos los pioneros, protestamos alrededor de la plaza, llevando carteles y gritando; queremos libertad, queremos libertad.

Hoy, con una visión más ilustrada de los hechos noticiosos, resulta caricaturesca la homofobia expresada en los medios de comunicación social que dieron cuenta de esta protesta. Ninguno se salvó del juicio y el comentario grosero, particularmente la prensa de izquierda que, además de destacar el suceso en portada y contraportada, se esmeró en fustigar este hecho. La pro comunista revista Paloma hablaba de “50 anormales reunidos en Plaza de Armas”, y el diario CLARÍN, en su edición del 24 de abril del 73, hacía lo propio al señalar en portada: COLIPATOS PIDEN CHICHA Y CHANCHO.

En páginas interiores, CLARÍN afirmó:

Las Yeguas sueltas, locas perdidas, ansiosas de publicidad, lanzadas de frentón, se reunieron para exigir que las autoridades les den cancha, tiro y lado para sus desviaciones. Pese a que la reunión había sido bastante publicitada, la policía no se hizo presente.

De manera excesiva y en un claro enjuiciamiento moral hacia los homosexuales de ayer, CLARÍN señaló:
Al principio los sodomitas, creyendo que a cada instante les caería la teja policial, se mostraron cautos. Pero ligerito se soltaron las trenzas y sacaron sus descomunales patas del plato y se lanzaron demostrando que la libertad que exigen, no es más que libertinaje. Entre otras cosas, los homosexuales quieren que se legisle para que puedan casarse y hacer las mil y una sin persecución policial. La que se armaría. Con razón un viejo propuso rociarlos con parafina y tirarles un fósforo encendido.

Después de conocer estas homofobias periodísticas provenientes de la prensa “progresista” de los años setenta, resulta claro que la Paloma de la UP no voló tan libremente para los homosexuales, y que el CLARIN nunca estuvo tan “firme junto al pueblo”, como rezaba su eslogan de portada.

Quien sí estuvo muy firme, pero en contra de los homosexuales, fue Julio Stuardo, otrora Intendente de Santiago que, refiriéndose a una nueva manifestación programada en el barrio alto de la capital, declaró al diario Puro Chile: Usaré de la fuerza pública y de todos los resortes que me da el mandato constitucional para impedir cualquier ultraje a la moral y las buenas costumbres. Sus palabras fueron acompañadas de una portada que rezó: “TAPA A MARACOS DEL BARRIO ALTO”. Por su parte, la prensa sensacionalista de derecha, representada por la revista VEA, sumó epítetos y tituló en portada del 26 de abril de 1973: “REBELIÓN HOMOSEXUAL: LOS RAROS QUIEREN CASARSE”.

Poco después, la creciente agitación social que dividía al país, la prensa hostil que mostraba a los homosexuales como delincuentes, las amenazas de Golpe Militar y la persecución policial desatada luego del mitín gay, obligó a los activistas homosexuales a regresar a sus ghettos, aguardando mejores condiciones políticas para retomar su lucha. Ahí, en el ostracismo de reuniones privadas, fiestas y encuentros clandestinos, esperaron volver al ruedo. Sin embargo, la espera fue larga, tiempo después sobrevino el Golpe Militar del 11 de septiembre con su amargo historial de exilios, torturas, muertes y desapariciones forzadas. Quizás, los homosexuales y travestis torturados y asesinados en prostíbulos y barriadas pobres aún sean las víctimas más olvidadas de la sangrienta trayectoria de la dictadura militar criolla.

El Golpe del 73

Era muy peligroso ser homosexual para el 73, recuerda Tomás Rivera González, “La Doctora”, 55 años, ex travesti del mítico barrio San Camilo y la Tía Carlina. Al respecto agrega:

El Golpe fue terrible para los homosexuales, particularmente para los más pobres, entre ellos los que trabajábamos en San Camilo. Si te terciabas en un operativo y los milicos se daban cuenta de que eras maricón, cagabas. Era una inseguridad espantosa ser maricón en ese momento y en esas condiciones de toque de queda.

“La Doctora”, recordando un triste episodio en el 73 en el que casi pierde la vida, denuncia:

Recuerdo que a días del Golpe Militar fui a avisarles a unas maricas que vivían en la calle Maturana para que se fueran de donde estaban y botaran las pelucas, porque en esa zona los milicos estaban haciendo operativos. En eso estaba, cuando en la Plaza Brasil comienzan a aparecer camiones de milicos que acordonaron la plaza por los cuatro costados. Nos cagamos de susto, en ese momento todo podía pasar. Nos individualizaron, nos formaron en grupos. Para más remate, recuerdo que yo andaba maricona total, súper evidente, con zapatos de plataforma, que en ese tiempo estaban de moda, pantalones anchos ajustados tipo pata elefante, anillos y cejas depiladas. Nos llevaron detenidos y ahí sufrí el miedo más espantoso de mi vida.

Quienes no tuvieron la fortuna de Tomás Rivera, no pudiendo salvar, ni quedar registrados en la memoria de los abundantes archivos de la violencia de Pinochet, fueron dos travestis proletarias amigas de parranda de “La Doctora”, asesinadas a mansalva. Al respecto, Tomás recuerda con tristeza:

Esto ocurrió en el barrio de San Gregorio, donde vivían mis amigas. En un habitual operativo militar y al percatarse los milicos que mis amigas eran maricas, las sacaron a unas canchas abandonadas, les ordenaron correr en la oscuridad y les echaron unos perros hambrientos para matarlas. A la Lety la mataron los perros a puros mordiscones y a La Chela la remataron con una bala en la cabeza.

Foto: Portada de diario CLARIN, 23 de abril de 1973.





EL GRUPO INTEGRACION


(Una reina en el ropero)


Hacia fines de 1977, cuando la represión y la muerte acechaban todas las militancias posibles, un secreto grupo de homosexuales fundó el grupo Integración, la primera organización gay durante la dictadura de Pinochet. Un viejo boletín educativo y anécdotas de los integrantes del desaparecido referente, forman parte de la memoria de esta organización.

Somos una iniciativa amistosa de un grupo de personas interesadas en revisar la problemática homosexual a la luz de las ideas religiosas en vías de una auténtica promoción humana. La organización no persigue formas de liberación a la manera de los grandes movimientos liberacionistas europeos o norteamericanos. Ni emancipación, ni reivindicaciones han sido las metas del movimiento. También respondiendo a las características del medio nacional, nos hemos definido no como un movimiento de orientación religiosa, sino como un movimiento privado, sin fines de lucro y que no tiene confesión política alguna, señala un viejo documento interno del grupo Integración, que detalla los objetivos centrales de la organización.

Iván, 67 años, profesor de pintura y fundador del grupo, recuerda el arriesgado contexto social y político en que emergió el colectivo:

Después del Golpe del 73 los homosexuales no sabíamos lo que iba a pasar. Los jóvenes estaban muy asustados, porque decían que iban a realizar un empadronamiento. Fue un cambio de vida brutal. Eso de vivir con la incertidumbre y la duda permanente. Se acabó la noche y la bohemia. Todos los poquitos lugares de encuentro comenzaron poco a poco a morir producto del toque de queda, incluyendo a la famosa Tía Carlina de Vivaceta. El miedo era espantoso, tanto así que la Mirka, un conocido travesti que trabajaba en la Carlina, quemó un maravilloso archivo fotográfico del prostíbulo por miedo a que lo descubrieran los militares.

Pasados algunos años después del Golpe, la situación política tendió a estabilizarse, permitiendo la reagrupación de los homosexuales, aunque tímida y secretamente.

No eran tiempos para salir a la calle. Hay que pensar que entonces se usaba mucho decir una “reina en el ropero”, que era la gente que vivía sumamente oculta, la mayoría. Esa gente encontró en el grupo Integración un lugar donde relajarse y donde nadie los iba a rechazar, ni molestar. Así nació la idea de reunirnos en casas particulares, creando finalmente el grupo Integración, agrega este profesor que militó activamente en el movimiento gay.

El ampliado

Integración partió organizando juntas en casas particulares donde dictaban charlas educativas sobre la homosexualidad. Cada semana se organizaba un grupo en una casa determinada, asistiendo a ella sólo mayores de edad, amigos o conocidos de integrantes del grupo a quienes se les exigía guardar el “secreto”. No obstante su reservado funcionamiento, Integración realizó el primer congreso homosexual en Chile. Sobre el punto, Iván recuerda:

El mini congreso fue en 1982 y se realizó en un local llamado El Delfín. Los gays le llamábamos el ampliado, pues éramos como 100 los presentes. Los líderes eran varios, entre ellos un sacerdote. Un año después, Integración desapareció por el desgaste del grupo y porque la mentalidad comenzó a cambiar. Curiosamente, cuando eso sucedió, apareció el SIDA con sus fatales consecuencias.

Paralelo al fin de Integración y mientras irrumpía el rock de Los Prisioneros, sumado a la emergencia del SIDA, se asomó el mercado homosexual en Santiago y la primera organización lésbica feminista. Así, pese al estricto control de la sexualidad que se intensificó con la militarización de la sociedad, la ideología de libre mercado permitió el surgimiento de las primeras discotecas gays y de bares topless en la capital, institucionalizando con esto último el comercio sexual femenino. Sin embargo, aquello no significó un cambio rotundo en la postura oficial respecto del tema, sólo el reconocimiento tácito de un mercado económico, unido a la posibilidad cierta de una vida gay nocturna, destacando aquí la disco Fausto de Providencia. Aunque eran autorizados, estos establecimientos eran allanados por la policía, especialmente aquellos que atraían a una clientela más popular.

La importancia de llamarse Ernesto

Mientras algunos bailaban en las discos y otros eran notificados como VIH positivos, otros pocos intrépidos se atrevían a desafiar el silencio. Ernesto Muñoz, artista plástico, fue uno de los primeros en develar su homosexualidad en una entrevista a la opositora revista APSI, el 12 de agosto del 85. Proféticamente, Muñoz afirmó:

Doy mi nombre y mi apellido para abrir el campo a otros. Si yo me atrevo a hablar, detrás de mí vendrán diez más. La homosexualidad existe en todos los niveles y también dentro de las estructuras de poder. Ha habido presidentes con claras tendencias homosexuales. También embajadores, ministros, senadores. Esa realidad se acepta, siempre y cuando no se note. La sociedad ha presionado para que la homosexualidad se viva neuróticamente, le asigna roles trágicos para que opten por vivir su homosexualidad clandestinamente. Triunfa la relación ocasional y la promiscuidad que, en este caso, están estrechamente relacionadas con el SIDA.

Las primeras luces, los frutos de las profecías de Ernesto Muñoz, vinieron cuatro meses después, cuando Marcos Ruiz Delgado (posteriormente fundador del Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH), declaraba a la misma revista APSI:

Soy cristiano, socialista y homosexual.

Foto: Grupo rock Los Prisioneros, ícono contracultural de los 80.

AYUQUELEN


( La alegría de ser lesbianas)


En 1984, un año antes de la entrevista a Ernesto Muñoz en la revista APSI, las lesbianas criollas habían salido al ruedo con Ayuquelén (que en lengua mapudungun significa la alegría de ser), un colectivo lésbico – feminista liderado por Susana Peña, Cecilia Riquelme y Carmen Ulloa. Ayuquelén fue la primera organización de este tipo en el país y representó por años la única voz lésbica - homosexual en el concierto mundial, participando en los Encuentros de Lesbianas Feministas de América Latina y el Caribe y en las conferencias de la ILGA, Asociación Internacional de Lesbianas y Gays. La trascendencia del trabajo político del colectivo se fundamentó en la conformación de una conciencia lésbica local, provocando acalorados debates en distintos sectores sociales, fundamentalmente al interior del movimiento feminista criollo. En entrevista a la revista Izquierda XXI, publicada en septiembre de 1992, señalaron como objetivos de la organización:

Decir que existimos y cuestionar la heterosexualidad obligatoria, aportar al discurso feminista la reflexión sobre la sexualidad y abrir un debate sobre el lesbianismo con el movimiento social de mujeres.


Cecilia Riquelme, una de las fundadoras de Ayuquelén, además directora y editora de la revista lésbica mexicana Las Amantes de la Luna, explica el origen del colectivo Ayuquelén:

Hubo muchas motivaciones para organizarnos, las mismas que fueron creciendo en orden cronológico y de impacto: la cantidad de necesidades que teníamos como comunidad escondida e invisible, el hecho de haber sido expulsada de un trabajo por mi condición y lo más doloroso, el asesinato de nuestra amiga Mónica Briones. Desde 1983, que fui al Segundo Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe en Perú y participé en el taller sobre lesbianismo en ese evento, volví muy motivada a Chile a conversar con otras compañeras para armar una organización. Con la ”Su” conversamos con muchas mujeres de la importancia de organizarnos, incluso con la misma Mónica. En ese contexto conocimos a Carmen, quien también había estado en el encuentro de Perú. Sin embargo, la trágica muerte de Mónica Briones, el 8 de julio de 1984, fuera del bar Jaque Mate, en Plaza Italia de Santiago, quien terminó asesinada por razones nunca aclaradas, nos impactó muchísimo. Recuerdo que nos reunimos después del funeral en el restaurante Quita Pena y no podíamos parar de conversar. Entonces decidimos que era tiempo de reunirnos sistemáticamente.

El asesinato de Mónica Briones fue catalogado por la policía como crimen común y ni siquiera figuró en la prensa, reclama Cecilia, agregando:

Es que la familia no quiso que se supiera nada, a diferencia de Mónica que no tenía problemas en asumirse como lesbiana. La familia dijo que había sido un atropello. Esto quedó muy guardado, pero cuando comenzamos a participar en encuentros internacionales empezamos a contar la historia y así quedó en nuestra memoria.


En contraste a lo que señala Cecilia Riquelme, la periodista Erika Montecinos, directora del portal lésbico Rompiendo el Silencio, afirma que la familia sí se esmeró en esclarecer el asesinato. En una investigación periodista inédita en Chile, Montecinos entrega interesantes nuevas luces de la investigación judicial iniciada por la familia Briones:

La causa se abrió en 1985, cuando el padre de Mónica interpuso una querella por cuasi delito de homicidio. La decisión fue adoptada ante los reiterativos sucesos extraños que le ocurrieron a miembros de la familia después de su muerte. En la morgue, un carabinero le entregó un papel a su hermana Cristina con los datos de Gloria del Villar, indicándole que ella tenía relación con la muerte de Mónica. También, en esos duros días, un primo de Mónica recibió la llamada de una mujer que le indicó ver cuándo asesinaban a su prima ante la presencia de su amiga Gloria. La aludida recién fue ubicada a principios de 1986 en el norte del país. Prestó su primera declaración como única testigo de los hechos, pero cambió muchas veces su versión de cómo ocurrió la golpiza y por qué ella se fue de ahí, dejando a su amiga en la calle. Incluso, en sus primeras declaraciones, omite cualquier referencia al lesbianismo de Mónica.

Según detalla Montecinos en su investigación publicada inicialmente en Rompiendo el Silencio, el parte del deceso señaló que la muerte se debió a un "el accidente", como le llamaron en el Servicio Médico Legal, y se habría producido a las 6.20 de la mañana del sábado 9 de julio "después que la víctima fuera arrollada por un vehículo que se dio a la fuga. Sin embargo, otros antecedentes de la investigación periodística hablan de un sospecho “atlético y con corte militar” e, incluso, de un asesinato lesbofóbico por “encargo” de un marido poderoso y celoso de la sexualidad de su mujer. A la fecha, el crimen de Mónica Briones continúa en la impunidad, alimentando el mito.

Los hitos de Ayuquelén

Desde sus inicios hasta 1987, el grupo funcionó de manera cerrada en casas de las integrantes. Luego, por una necesidad de abrirse a más mujeres, Ayuquelén empieza a reunirse en la Casa de la Mujer La Morada (fundada por la arquitecta, activista feminista y lesbiana, Margarita Pisano), un lugar donde se instaló lo más radical del movimiento feminista en la década de los ochenta. Pese al apoyo, del feminismo criollo, la relación no fue fácil. Cecilia Riquelme recuerda:

Entre las feministas existía miedo a ser consideradas lesbianas, si bien en la Morada tenían la política de dejar reunirse en su casa a los grupos de mujeres que lo solicitaran, nosotras éramos “especiales”. Para ellas era delicado trabajar con lesbianas.

En ese contexto, se produce uno de los hitos más destacados en la historia del colectivo Ayuquelén, una entrevista grupal que concedieron a la periodista Milena Vodanovic de la opositora revista APSI, publicada el 22 de junio de 1987. En referencia a la apertura política que se pensaba llegaría con el fin de la dictadura militar, las activistas de Ayuquelen declaraban:

Creemos que ha llegado el momento de hablar, pero todavía tenemos miedo al rechazo, miedo a nuestras propias familias, a los compañeros de trabajo. Es súper difícil que se empiece a dar una apertura en Chile. En primer lugar porque este país es altamente homofóbico, basta ver el humor que existe, deben existir más de diez mil chistes que se mofan de los homosexuales. Vivimos en un ghetto, vivimos una doble vida.

Los otros hitos de Ayuquelén tuvieron que ver con su trabajo: participando en la gestión del Primer Encuentro de Lesbianas Feministas de América Latina y el Caribe, realizado en México en octubre de 1987; ideando y organizando el Primer Encuentro Lésbico Feminista Nacional, el año 1992, donde participaron alrededor de 50 mujeres de diferentes regiones del país. Desde entonces a la fecha, varias generaciones de mujeres han sido parte de esta histórica agrupación.

Foto: Mónica Briones (Gentileza de Rompiendo el Silencio)

LAS YEGUAS DEL APOCALIPSIS


(Un destellante galopar)


Hasta el momento, la presencia de organizaciones lésbicas y homosexuales en Chile, y la precaria articulación de sus demandas políticas y sociales, habían sido bastante discretas. Esto cambió radicalmente en 1988 con la entrada a escena de Las Yeguas del Apocalipsis, un dúo de arte homosexual integrado por el escritor Pedro Lemebel y el poeta Francisco Casas, quienes suscitaron revuelo en los círculos culturales de Santiago por sus intervenciones públicas. Pedro Lemebel, en entrevista al periodista Luis Alberto Mancilla, publicada en revista Punto Final, en octubre de 1996, señaló:

Creamos un dúo provocador, cuyo sólo nombre produjo urticaria en un ambiente caracterizado por el conformismo y la complicidad con la represión del Estado. Denunciamos la hipocresía y el acomodamiento a la dictadura. Antes del advenimiento de la democracia, éramos los maricas quienes decíamos lo que otros no podían o no querían decir.

Entre las diversas performances ejecutadas por Las Yeguas del Apocalipsis destacan varias. En 1989, durante la ceremonia oficial en que los artistas criollos nominaron a Patricio Aylwin como candidato de los partidos de la Concertación por la Democracia a la presidencia de Chile, Lemebel y Casas, absolutamente fuera de programa, desplegaron un gran lienzo en el escenario oficial que decía: “HOMOSEXUALES POR EL CAMBIO”, provocando malestar e incomodidad entre los políticos democratacristianos presentes.

Pero, cómo le hacen esto a mi padre, dijo la Mariana Aylwin, recuerda con ironía Pedro Lemebel, refiriéndose a la colérica reacción de la ex Ministra de Educación e hija del ex Presidente Aylwin.

Tuvimos que salir casi arrancando del teatro Cariola, porque nos querían linchar, agrega Pancho Casas. Patricio Aylwin, en persona, mandó a cancelar las noticias esa noche, el gesto no salió en ninguna parte por orden presidencial. Diez años después lo publicó la revista Página Abierta, pero ya había pasado el impacto, rememora Pancho Casas.

Junto a esta inesperada acción, Las Yeguas del Apocalipsis protagonizaron una serie de intervenciones de arte – política que, básicamente, intentaban homosexualizar los discursos políticos y culturales de la época, sumando su mirada crítica a la lucha contra la dictadura militar. Al respecto, Francisco Casas puntualiza:

Nosotros cruzábamos los Derechos Humanos con la homosexualidad, porque en ese momento primaba toda la carnicería humana que estaba viviendo nuestro país, lo homosexual venía después, primero estaba el compromiso social con los que estaban más desamparados, y después el compromiso con los homosexuales.

En ese contexto, la presentación de la llamada “cueca sola” en la sede de la Comisión Chilena de Derechos Humanos de calle Huérfanos, es una de las intervenciones más recordadas. Previamente, las madres, esposas e hijas de los detenidos desaparecidos habían adecuado la cueca (el baile nacional), bailando solas para representar la desaparición de sus familiares. Entonces, Las Yeguas del Apocalipsis dibujaron un mapa de América Latina en el piso y lo cubrieron con vidrios rotos. Al mismo tiempo que bailaban solos, vistiendo blancas faldas largas, sus pies ensangrentados dejaban rojas huellas, simbolizando así las huellas de las dictaduras latinoamericanas. Sobre este punto, Lemebel fundamenta:

A diferencia de otras, esta performance fue una acción planificada. Diría que fue una de las acciones más políticas, porque ahí estaba nuestra huella; estaba la sangre y el baile. Ahí estaba todo, el contagio del SIDA, los desaparecidos, dos hombres y también estaba el doblaje de dos mujeres solas.

Junto con la cueca sola, otra de sus acciones memorables fue el homenaje público que efectuaron en la Universidad de Concepción a Sebastián Acevedo, mártir emblemático de los Derechos Humanos en Chile que se inmoló para exigir a los aparatos represivos de la dictadura (Central Nacional de Informaciones CNI) la liberación de sus hijos detenidos. Pancho Casas recuerda.

Esta acción en recuerdo de Sebastián Acevedo me marcó en un campo mental, de dolor, de compromiso político y compromiso social, pensando que se alejó de la escenografía plumífera que poníamos en escena con Pedro en algunas de nuestras performances.

Mediante estas audaces representaciones, Las Yeguas del Apocalipsis lograron instalar el tema de la opresión homosexual en los discursos políticos de la oposición al régimen de Pinochet, y ubicaron sus exigencias dentro de las arengas de la izquierda chilena. Entre muchas estrategias de visibilidad homosexual, Las Yeguas lucharon por instalar en el imaginario colectivo la transgresora figura del travesti pobre y prostibular a través de su estética y mediante acciones públicas.

Al comienzo nosotros no sabíamos que hacíamos arte, ni performances, sólo pensábamos que hacíamos expresión corporal. Lo nuestro eran gestos públicos de desacato y de presencia pública. Era decir, aquí estamos y con todo el disfraz del travestismo y de la bataclana para apuntar desde un lugar que era el más perseguido dentro del mundo homosexual. Elegimos ese lugar travestido de la mujer para actuar, y así nuestro discurso siempre fue político, por eso mismo lo cruzamos con los Derechos Humanos y los detenidos desaparecidos, fundamenta Lemebel.

Por su parte, Francisco Casas cree que el travestismo, si bien era importante, no era lo fundamental en el trabajo político realizado por ellos:

Creo que ese discurso (el travestismo) lo aprovechó la burguesía de la derecha chilena para despreciar nuestro trabajo plástico. El trabajo más importante de Las Yeguas del Apocalipsis no es travesti: la lectura del informe Rettig, la performance de Sebastián Acevedo en Concepción, la entrada a caballo en la Universidad de Chile con las poetas Carmen Berenguer y Nadia Prado, donde aparecen dos homosexuales montados arriba de un caballo, eso no es travestismo, declara Pancho Casas.

El parto de Las Yeguas

Pero más allá de la particular mitología que se ha tejido en torno a este colectivo de arte – política (que en realidad eran un dúo), es poco conocido el nacimiento y la historia de vida de las míticas Yeguas del Apocalipsis. No obstante la leyenda, su destellante galopar comenzó a mediados de 1985, cuando Pedro Mardones Lemebel conoció a Francisco Casas, mientras este último estudiaba literatura en la Universidad ARCIS, entonces Instituto ARCOS, en Santiago. Eran tiempos peligrosos, momentos en que el desacato a las normas se reservaba sólo para los más audaces, entre ellos, Pancho Casas.

En esa época yo era una loca, incluso, usaba vestidos para ir a clases y me maquillaba como puta, recuerda Pancho. Entonces, Pedro y Pancho juntaron sus demandas artísticas, sociales y políticas para dar un paso fundamental en la lucha pública de la homosexualidad creando Las Yeguas del Apocalipsis, intentando poner en escena el cuerpo homosexual ausente del discurso político. La idea original era que la chapa de Yeguas del Apocalipsis adquiriera un sentido más colectivo que dual, y por eso buscaron seducir a otras personas, a otros homosexuales. Fueron a la Corporación Chilena de Prevención del SIDA e intentaron convencer a su director ejecutivo, el periodista norteamericano Tim Frasca, pero no tuvieron éxito. Lo mismo hicieron con el performancista Vicente Ruiz, el actor Andrés Pavez y el curador Ernesto Muñoz, recibiendo la negativa de todos ellos.

Respecto de este punto, Pedro Lemebel recuerda: Tim Frasca dijo que no era el momento de organizar políticamente a los homosexuales y que ellos estaban unpoco protegidos por ser una organización de ayuda a la gente con SIDA.

Pese a estas respuestas, el espíritu rebelde de Las Yeguas continuó siempre díscolo, enfrentando, incluso, las adversas reacciones de una creciente “fama negra” que los acechaba en cada lugar. Respecto de la fama y el rutilante nombre, Lemebel reflexiona:

El solo nombre ha sido nuestra mayor intervención. Las Yeguas del Apocalipsis tienen que ver con la metáfora del SIDA que, en ese tiempo, se achacaba a los homosexuales como una enfermedad de fin de siglo, una metáfora del Apocalipsis. Entonces, nosotros no éramos caballos, éramos yeguas, con ese nombre solidarizamos con aquellos apelativos utilizados para ofender a las mujeres. Ahora, con el tiempo el nombre sobrepasó al dúo y eso es trabajar con micro política como el Súper Barrio en México. Ahora todos son Súper Barrios. Eso es sembrar un deseo y repartir el desacato a través de un nombre. Había sitios donde no nos dejaban entrar, incluso, en ciertos lugares donde llegábamos, no se nos ocurría nada y la gente ya esperaba algo. Decían, ‘ahí están Las Yeguas, algo va a pasar’. Seguramente, eso ocurría porque había una demanda muy grande de que algo pasara, de que algo remeciera el ámbito cultural y los actos políticos, afirma Pedro Lemebel, asumiendo con sensatez la fama negra que siempre acompañó las actuaciones erráticas que deambulaban entre la performance, el desfile de moda, el mimo, la parodia, la farsa, el tableau vivant, el circo pobre y el happening, escenificando el travestismo como divertimento urbano, según la crítica cultural Nelly Richard en su ensayo Masculino / Femenino, Prácticas de la diferencia y cultura democrática de Editorial Cuarto Propio.

En los años noventa, con la recuperación de la democracia en Chile y la emergencia de los movimientos homosexuales más politizados, entre ellos el Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH y otras organizaciones de minorías sexuales, las acciones de Las Yeguas del Apocalipsis fueron mermando paulatinamente, hasta eclipsarse de la escena pública con la partida de Francisco Casas a México y con la dedicación exitosa y exclusiva de Pedro Lemebel a la literatura y sus animadas crónicas en la feminista Radio Tierra.

Foto: Refundación Universidad de Chile, 1989, performance en la Facultad de Arte de la Universidad de Chile, intervenida en aquel minuto por los militares, simbolizando así la entrada de las minorías sexuales a la academia. Los artistas marcharon hasta la facultad a caballo, en alusión al conquistador Pedro de Valdivia, y desnudos, citando a su vez a Lady Godiva (1040), quien mediante similar acción, conquistó mejor calidad de vida para su pueblo. Las Yeguas del Apocalipsis fueron acompañados por las poetas Carmen Berenguer y Nadia Prado.

SIGNOS DE APERTURA


(La emergencia del movimiento homosexual)

El 28 de junio de 1991, Día Internacional del Orgullo Gay, un grupo de homosexuales capitalinos se reunió en el primer taller sobre derechos civiles, organizado por la Corporación Chilena de Prevención del SIDA, una entidad nacida a mediados de 1987 para prevenir la expansión del VIH/SIDA en la población homo y bisexual de Santiago. A la cita acudieron diversas personas, entre los que se contaban ex dirigentes de las juventudes comunistas y ex líderes de organizaciones sociales y religiosas; Marcos Ruiz, Jorge Guzmán, Víctor Albornoz, Rolando Jiménez, Juan Cabrera, Jorge Pantoja y José Antonio Gatica. Todos estaban unidos por el hecho de asumirse homosexuales, además de haber luchado en contra de la dictadura militar.

Tras la derrota de Augusto Pinochet en las urnas, el 5 de octubre de 1988, surgieron nuevos horizontes políticos para el movimiento lésbico y homosexual criollo. Se articula en este período de transición una voz activa y pública. Sin estar en la carpeta de interés inmediato de los partidos democráticos y en medio de un complejo contexto de negociaciones políticas entre civiles democráticos y militares golpistas, irrumpen las demandas del movimiento homosexual.

Su importancia simbólica se expresó en la introducción del tema gay en el debate público nacional. La transición a la democracia en Chile representó un proceso que permitió, no sólo la realización de elecciones libres que llevaron a Patricio Aylwin a la presidencia, sino que también favoreció la emergencia de utopías de transformación social como es la liberación de la homosexualidad en Chile. El diario La Tercera en un extenso reportaje de investigación, publicado el 11 de junio de 1993, calificó a la agrupación de los homosexuales chilenos como “los signos de la apertura”.

El taller de Derechos Civiles sirvió para realizar un primer diagnóstico sobre la discriminación que afectaba a homosexuales y lesbianas en Chile. Así, luego de acalorados debates ideológicos, los homosexuales presentes acordaron las principales problemáticas a enfrentar, entre las que figuraron: El rechazo social, la educación sexual represiva, las violaciones a la libertad individual, los problemas en el trabajo y las dificultades de acceso a la salud de portadores y enfermos de SIDA.

El diagnóstico además estableció los objetivos fundacionales del movimiento: Organizar al homosexual, educar y crear conciencia sobre su realidad, crear una estrategia política para acceder a los medios de poder, propiciar los cambios, fomentar la libertad de expresión y tener un lugar físico para trabajar.
Los fundadores del grupo gozaban de amplios acuerdos respecto de la discriminación que vivían. No obstante, aquello no significó la ausencia de diferencias en un colectivo cuya composición era heterogénea. Desde el inicio participaron personas de distintos ámbitos: estudiantes, empleados, artistas, obreros y profesionales. La mayoría eran hombres gays, excepto Iris Colil, una fotógrafa heterosexual que apoyó las actividades del naciente movimiento homosexual. Si bien la mayoría había participado de la lucha contra la dictadura militar, también hubo quienes manifestaban escaso o nulo interés en asuntos políticos.

Congreso en Coronel

Los integrantes del colectivo organizaron diversas actividades. El Primer Congreso Homosexual Chileno, realizado en noviembre de 1991 en la sureña ciudad de Coronel, convocado por el antropólogo Cristián Rodríguez (fundador de una organización dedicada a la prevención del SIDA en Concepción), fue una de las actividades iniciales más importantes. Acudieron más de 30 homosexuales y lesbianas de distintos puntos del país. Una decena de homosexuales capitalinos - los que más tarde formarían el grupo MOVILH-, LEA de Concepción, Las Yeguas del Apocalipsis y otras personas sin afiliación orgánica.

Alejandro Guajardo, participante del evento y ex militante del MOVILH, recuerda las acaloradas discusiones que se desarrollaron:

Las Yeguas del Apocalipsis acusaron al MOVILH de pretender hegemonizar la lucha homosexual y junto con las chicas de Ayuquelén, se proclamaron como fundadoras de la lucha homosexual chilena

Luego de esta controversia, a pesar de los intentos de unidad lésbica y homosexual, nadie quiso olvidar el encuentro en Coronel, menos el escritor Pedro Lemebel, quien en una crónica publicada en noviembre de 1991 por la revista Página Abierta, rememoró un escrito de la crítica cultural Nelly Richard:

La diversidad ideológica producto de la orfandad política fue desarmando el tramado lineal que traía como estrategia el grupo MOVILH (Movimiento de Homosexuales Chilenos), con resabios de antiguas articulaciones partidistas, que se fueron delatando al desencajarse con la parodia ácida de Las Yeguas del Apocalipsis, en complicidad con lesbianas y locas, un antidiscurso que hizo tambalear enojados a los graves homosexuales de la capital.

Entre inesperados encontrones ideológicos, los activistas del MOVILH regresaron a Santiago para sostener sus propias discusiones en torno a los objetivos inmediatos de la organización. Dada la atomización social de los homosexuales criollos, se acordó priorizar en aquellos asuntos que permitiesen un punto de encuentro entre individuos de diversos sectores sociales. Entre los temas de mayor preocupación e interés figuraron la sexualidad, las desigualdades económicas y el problema del poder. Otro tópico fundamental fue la discriminación legal, específicamente la existencia del artículo 365 del Código Penal que castigaba con cárcel las relaciones sexuales entre hombres adultos.

Hasta 1998, las prácticas sodomíticas en sus distintas expresiones eran consideradas delitos en la legislación chilena y, por lo tanto, existían penas que las castigaban. El origen de esta sanción tiene su antecedente más cercano en el Código Penal español de 1822 y en la ley de vagos y maleantes de 1933, modificada en 1954 para incluir sanciones contra los homosexuales. Entre ellas, el artículo 365 del Código Penal, que castigaba con cárcel la sodomía en todas sus formas. Por sodomía debemos entender las relaciones sexuales anales entre hombres, en público o en privado. Actualmente, al modificado artículo 365 se suma la existencia del artículo 373 referido a la moral y las buenas costumbres.

Desde la fundación del MOVILH en junio de 1991, la presencia de estos preceptos legales obligó a la búsqueda de fondos internacionales con el objeto de ayudar jurídicamente a las personas que estaban detenidas por el delito de sodomía consentida entre hombres adultos. En mayo de 1992, mientras el grupo esperaba respuesta a las gestiones realizadas en Europa por el dirigente gay chileno Roberto Pablo y el teólogo holandés Jan Hopman, el colectivo consolidó su equipo directivo elegido democráticamente, y realizó un estudio exploratorio a 141 hombres homosexuales de la capital.

En la reunión de la Sociedad Chilena de Sexología y Educación Sexual del mismo año, se presentó la investigación: “Estudio exploratorio acerca de la sexualidad de hombres homosexuales”. La investigación buscó recoger la opinión de gays de 21 a 40 años, sobre algunos aspectos de su vida y cuánto sabían de las organizaciones y del Movimiento Homosexual. Sobre la percepción del mundo homosexual, la investigación concluyó:

Es significativo que a la mayoría de los entrevistados les dé vergüenza caminar por la calle con un gay amanerado. A nadie le gusta que se mofen de uno, además que la mayoría considera que si se sabe de su identidad, les traería dificultades en el trabajo. La mitad de ellos considera que el mundo homosexual es frívolo y vacío. Las actividades sociales más comunes de la mayoría de ellos se estructuran sobre la base de la diversión, sobre todo en una sociedad donde son estigmatizados y, por lo tanto, la posibilidad de expresarse con sus iguales se da en el ghetto.

Respecto del conocimiento de la existencia de organizaciones homosexuales y lesbianas y los deseos de participación en ellas, la encuesta estableció que para la mayoría es muy importante su existencia, manifestando: El 78% participaría en ella, de preferencia como un colaborador, señaló una de las conclusiones más importantes de la encuesta.

Abordando amplios tópicos, la investigación del Movimiento de Liberación Homosexual se constituyó en una reflexión fundamental sobre una temática desconocida para muchos investigadores, confirmando la importancia política del trabajo que proyectaba realizar. Paralelamente, el colectivo realizó diversos talleres educativos sobre sexualidad, política y Derechos Humanos de las minorías sexuales. Como resultado de un intenso trabajo, comenzaron a hacer sentir su presencia en la sociedad y, particularmente, en el universo homosexual capitalino. Luego de los talleres y en medio de una emblemática marcha por los Derechos Humanos que caminó por la principal arteria de Santiago, sucedió el debut público / político del Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH.

Foto: El 28 de junio de 1969, un hecho marcó la memoria colectiva de gays, lesbianas y trans en el planeta. Esa noche, como era costumbre, un bar gay llamado “Stonewall”, en Nueva York, era allanado por la policía. Pero, a diferencia de otras oportunidades, esta vez los homosexuales y trans se enfrentaron con la autoridad, dando inicio a una inédita rebelión que duró días y noches. El hecho escapó del control policial, adquiriendo dimensiones políticas y mediáticas luego de que la prensa difundiera los acontecimientos, impulsando un intenso debate sobre la homosexualidad en los hogares de EE.UU. Por eso, los 28 de junio de cada año, es celebrado el “Día Internacional del Orgullo Gay/Lésbico/Trans” en homenaje a las valientes trans y homosexuales del bar Stonewall. El 28 de junio de 1991 se crea en Chile el Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH.

A LA COLA DE LA IZQUIERDA


(Por nuestros hermanos caídos)

A comienzos de 1992, una campaña sobre el SIDA comenzó a ser objeto de discusión pública. La jerarquía de la iglesia católica local fijó su posición respecto de este asunto, haciendo alusión al tema de la libertad sexual. La referencia al uso del preservativo no la compartimos, pues deja la impresión de una neutralidad moral frente a la infidelidad y promiscuidad, a la vez que es una puerta abierta al libertinaje sexual, señaló una declaración del episcopado chileno, dejando entrever su rechazo a la visibilidad política que alcanzaba el movimiento homosexual.

Pese a los afanes moralizantes de la jerarquía, los integrantes del Movimiento de Liberación Homosexual insistieron en su labor, estableciendo, en febrero de 1992, contactos estratégicos con la prensa. Una entrevista a sus dirigentes en la revista Izquierda XXI, reflejó el débil interés que manifestó la prensa criolla frente al incipiente destape de los gays chilenos. Sin embargo, una presentación del dirigente gay Roberto Pablo en el programa “Unas y Otras” de Televisión Nacional de Chile en 1992, representó la excepción a esta inicial indiferencia periodística. En aquella oportunidad, las periodistas Pamela Jiles y Delia Vergara dialogaron amablemente con el entrevistado. Roberto Pablo rememora así su primer diálogo televisivo:

Ya habíamos dado una primera entrevista a un diario. Recuerdo que ahí nos cambiábamos el nombre para prevenir la discriminación y el rechazo social. En ese tiempo nadie daba su verdadera identidad, sólo usábamos nombres inventados. Yo sabía que era muy importante ir a la entrevista en la televisión, pero sentía mucho miedo al considerarme vulnerable, agredido físicamente o que te atacaran de algún modo en la calle. No obstante, en el programa de Televisión Nacional me sentí relajado y por eso me fui descubriendo la cara, poco a poco, representando así a muchos otros que no podían mostrar su verdadero rostro.

Inolvidable marcha

El 4 de marzo de 1992, organizaciones defensoras de los Derechos Humanos convocaron a una marcha en conmemoración de la entrega oficial del Informe Rettig, un documento elaborado por una comisión especial designada por el Presidente Aylwin, cuyo nombre se debió a Raúl Rettig, el fallecido abogado, presidente de esa comisión. El objetivo del organismo era investigar las violaciones a los Derechos Humanos perpetradas durante la dictadura militar. Según afirma la periodista Alejandra Matus en su publicación El Libro Negro de la Justicia Chilena:

El Informe Rettig reconoció por primera vez la responsabilidad de agentes del Estado en las violaciones a los Derechos Humanos, provocando un agudo conflicto entre los poderes Ejecutivo, Judicial y las Fuerzas Armadas.

El MOVILH vislumbró la ocasión histórica de sumarse a otras luchas sociales, acordó salir a la calle y participó del mitín. En esa oportunidad se presentaron alrededor de diez homosexuales enmascarados, vestidos de riguroso luto y portando un lienzo que rezaba: “POR NUESTROS HERMANOS CAÍDOS. MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL”. Pese a que se ubicaron al final de la marcha, a la cola de la izquierda, las reacciones no se hicieron esperar. Asombro en la mayoría, expresiones de simpatía entre las mujeres y deseos de otros de marchar lejos de los homosexuales. Juan Pablo Sutherland, dirigente del MOVILH, explicó los motivos de la presencia gay en la marcha en entrevista a la desaparecida revista El Canelo:

Participamos porque teníamos la necesidad de decir una palabra como movimiento social frente a una problemática que está directamente ligada a la realidad homosexual: El respeto a la dignidad y a los derechos de la persona humana.

La importancia simbólica de ubicarse a la cola, como una especie de última lucha, unido al hecho de surgir en un período de negociaciones políticas entre civiles y militares, reforzó el sentimiento de asombro que produjo en la escena pública la defensa de una sexualidad sancionada. Según lo expresó el psicólogo del MOVILH, Jorge Pantoja, durante el primer seminario sobre sexualidad y homosexualidad, realizado en la Universidad de Santiago de Chile en octubre de 1994:

A través de la participación de los homosexuales en esta histórica marcha, el movimiento fue capaz de encauzar demandas nacidas de lo privado hacia un espacio político público, un espacio que se encontraba en pleno auge debido al retorno a la democracia.

Después de la marcha, los últimos meses de 1992 fueron tiempos de articulaciones políticas. Se convocó al “Primer Encuentro de Lesbianas y Homosexuales del Cono Sur” organizado por el Comité de Servicio Chileno Cuáquero, en la localidad de San Bernardo. Diversas organizaciones nacionales y extranjeras concurrieron al cónclave internacional. Excepto los integrantes del MOVILH, quienes rehusaron acudir a San Bernardo, porque rechazaban la presencia de organizaciones de lucha contra el SIDA en el evento. Si bien varias organizaciones chilenas, entre ellas, Ayuquelén, Las Yeguas del Apocalipsis y el MOVILH, habían acordado no asistir al encuentro por la presencia de organizaciones VIH positivas, sólo este último (el MOVILH) insistió en el acuerdo inicial. Así, la drástica determinación del MOVILH sorprendió a los organizadores del evento, considerando la trascendencia de la epidemia del SIDA en la población homo y bisexual del continente. Tiempo después, análoga controversia —unir la lucha homosexual con el SIDA— provocaría una de las más profundas crisis ideológicas al interior del movimiento gay chileno.

Más allá de la ausencia del MOVILH, los participantes del encuentro analizaron la situación que vivían lesbianas y homosexuales en distintos países del continente. Respecto de Chile, se realizó un diagnóstico que en lo medular, señaló:

Chile es un país que actualmente está en un período de transición hacia la democracia. El actual Gobierno ha estado en una negociación permanente para reducir los enclaves autoritarios que dejó la dictadura. Aunque la Iglesia Católica está separada del Estado desde hace muchos años, ejerce influencia en muchos personeros del Gobierno y del Parlamento, especialmente en lo que tiene que ver con la sexualidad. Chile es un país de doble estándar. En público se dicen muchas cosas y en privado se hace lo contrario. Fuera de la despenalización de la sodomía, la Constitución Política de 1980 señala que cualquier asociación que atente contra los valores de la sociedad, la familia y el Estado, son ilegales.

Sobre aspectos organizativos, los asistentes al encuentro reconocieron que: En Chile es imposible hablar de un movimiento homosexual. Es una fantasía. No se puede hablar de grupos cuando en Santiago el grupo MOVILH son diez personas; Las Yeguas del Apocalipsis dos; el taller SER cinco y en Calama son seis personas. Menos de cien personas para doce millones de habitantes. Un situarse como minoría otra, situarse como sujeto otro, es casi imposible, porque ningún partido político va a hacer alianza con una cantidad reducida de individuos no garantizados.

Pese a la autocrítica que manifestaron las organizaciones de lesbianas y homosexuales criollos, la cita también ayudó a plantear consideraciones ideológicas relativas a la realidad continental:

En nuestro continente predomina la discriminación homofóbica y lesbofóbica. En estos países se están multiplicando las instituciones represivas oficiales y civiles contra nosotros y nosotras. Se nos impide el acceso a nuestros Derechos Humanos, civiles y políticos fundamentales. Predomina la impunidad para los asesinatos de cientos de homosexuales y lesbianas que se cometen cada año en nuestros países. Sufrimos el silencio a nuestro derecho a la libertad de expresión y a la libre asociación. Se discrimina en el campo económico, social y político impidiendo el acceso a los servicios de salud, educación y trabajo.

Luego de debates, la reunión culminó con una serie de planteamientos, entre ellos:

La inclusión inmediata de la libre orientación sexual en la Declaración Universal de los Derechos Humanos; trato justo a las denuncias de atropellos contra las personas homosexuales y los allanamientos contra los bienes de los homosexuales y las lesbianas que se cometen en todos los países de la región; esclarecimiento, juicio y sanción a los culpables de persecuciones, acoso y asesinatos contra las personas por su orientación sexual; la derogación del Artículo 516 del Código Penal de Ecuador y la derogación del Artículo 365, 373 y 374 del Código Penal chileno que criminaliza la homosexualidad.