(Bitácora de un activista travestido de revolución)
A mediados de 1997, mientras el MOVILH agonizaba políticamente y un alto nivel de intolerancia hacia los homosexuales se expresaba en un estudio de opinión pública realizado por la Fundación IDEAS16, comencé a desarrollar una serie de acciones de impacto público, creando un personaje conocido como El Che Guevara de los Gays. Estas acciones, aceptadas por unos y rechazadas por otros, contribuyeron a dar visibilidad a la lucha homosexual de Chile.
“La yerba está conmigo, yo estoy contigo”
Un poco antes de que emergiera El Che de los Gay, asistí al acto de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), realizado el 1º de mayo de 1997, en el parque Almagro de la capital. Intentando entrecruzar demandas sociales con las utopías del mundo gay, aparecí con una corona de espinas, emulando a Jesús y un marco adornado con una pancarta que rezaba: La yerba está conmigo, yo estoy contigo. Usé la consigna porque, según me comentó Pedro Henríquez (el ex locutor de radio Umbral), la usaron los hippies criollos durante los años setenta para expresar su apoyo a Salvador Allende, el candidato de la izquierda.
Entonces, entendiendo muy poco de mi delirio con Jesucristo, la marihuana y Allende, la prensa habló de la presentación atribuyéndole significados contrapuestos. Así, pese a mi obligado destierro del Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH, después de la toma travesti, descubrí esta particular forma de permanecer activo, visible e independiente.
El 4 de septiembre de 1997, en el contexto de un nuevo aniversario de la muerte del guerrillero argentino en Bolivia, comencé a desarrollar una serie de acciones de impacto público. Con el afán de hermanar su causa revolucionaria con nuestros trabajos de emancipación; armado de una boina negra estrellada, la camiseta número 11 de la selección chilena de fútbol, un bidón que decía AZT (el nombre de la primera droga contra el SIDA) y los labios pintados de rojo intenso, me presenté en la discoteca Planet de la capital, en una fiesta en contra de la censura organizada por el performancista y productor teatral, Vicente Ruiz.
Ahí, en momentos en que la actriz Patricia Rivadeneira (ex agregada cultural de Chile en Italia) abogaba por la libertad de expresión en nuestro país, le arrojé un chorro de agua que tenía en el bidón de AZT para “provocar al provocador”. Vicente Ruiz no captó el sentido simbólico de mi acto y ordenó expulsarme del lugar con guardias de seguridad. ¡Esto es censura, esto es censura!, gritaba desesperado, mientras el público pensaba que todo era parte del espectacular show alternativo montado por el productor cultural. Luego, fuera de la discoteca, me desquité del censurador lavándome el trasero con la misma agua que le había arrojado a la famosa actriz, y declarando mi malestar por la censura a la prensa. Si bien pudo ser entendido como una agresión misógena, mi acto era una metáfora, un juego, un experimento, “provocar al provocador”, tensionar los límites de la libertad y la censura. En entrevista al diario La Tercera, el 6 de septiembre de 1997, Vicente Ruiz declaró:
Una cosa es abrir un espacio de libertad para que la gente se diga cosas y otra es que la gente te basuree. Yo no voy a permitir que nadie venga a romper la integridad de mi entorno familiar y creo que reaccioné como lo haría cualquier persona; imagínate que hubiera sido bencina en vez de agua y le tira un fósforo, nadie alcanza a reaccionar, nadie, y hoy día estaríamos en otra.
Tributo a Gladys
El 11 de septiembre de 1997, armado con mi boina tipo Che, los labios rojos y una estrellita que decía “CRISIS” (aludiendo a la crisis política que precipitó el Golpe Militar del 73), me presenté en la marcha de Derechos Humanos al Cementerio General, el 11 de septiembre de 1997. Acompañé a la multitud en la caravana que encabezó la líder comunista Gladys Marín, enfilando hasta el memorial de los detenidos desaparecidos. Más tarde, en medio de las tumbas, con la violenta represión policial y las bombas lacrimógenas, que no dejaban mirar ni respirar, ovacioné públicamente a Gladys, culminando mi tributo cuando le obsequié la estrellita.
Tiempo después, consolidando una relación de complicidad con Gladys, obsequié a la líder comunista una banda tricolor (en su calidad de candidata de la izquierda a la presidencia de Chile), provocando revuelo entre viejos militantes comunistas que vieron la instalación de sodoma y gomora en el Partido, según declaraciones del Presidente del Comando Presidencial de Gladys Marín, el sociólogo Tomás Moulian, recogidas en el premiado documental El Che de los Gays.
El Che de los Gays terminó convertido en un documental, recorriendo diversos festivales de cine del mundo, entre ellos destaca, el Festival Internacional de cine de La Habana, donde Víctor Hugo Robles, su protagonista, provocó controversia al citar abiertamente en el debut del film al disidente político y afamado escritor homosexual cubano Reinaldo Arenas. El Che de los Gays recibió el Premio del Público como Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine Gay/lésbico/transexual de Bilbao, Zinegoak, en enero del 2005. Su director es Arturo Álvarez Roa y su productora, Pamela Sierra.
Crisis política
En el Cementerio General, terminada mi presentación, regalé la estrella de “CRISIS” a Gladys Marín, justo cuando la policía reprimía a los encapuchados y me cruzaba con Lorena Astorga, la joven vocera oficial del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Junto a Lorena, emulando el rescate en helicóptero que liberó a sus compañeros de la Cárcel de Alta Seguridad19, salimos del lugar arriba de un taxi que apareció de la nada. La huida del Cementerio me hizo pensar en Ricardo Palma Salamanca, el más romántico de los frentistas liberados. El compromiso de Palma también lo recordé días después, cuando asistí al homenaje al Che Guevara en el Estadio Nacional. Allí, en medio del jolgorio juvenil vibré con mi boina, mis labios rojos y una estrella colorida que decía: “CHE TE ASMO”. Al parecer, pocos entendieron el significado de mi consigna y confundidos preguntaban por el sentido del mensaje. El Che Guevara era asmático, por eso lo asmo, les decía, sepultando de este modo cualquier otra interpretación.
Así, con este metafórico juego de palabras y mi particular acto de asmor, creí culminar un mes de activismo político. Sin embargo, pronto emanó la añoranza del plebiscito del 5 de octubre de 1988, cuando derrotamos a Augusto Pinochet en las urnas. Por eso, recordando aquel histórico triunfo del NO, el Partido Humanista organizó una manifestación en el Parque Almagro de la capital, lugar donde arribé hecho personaje. Fue delirante, ya que terminé con los pantalones abajo, encaramado en el monumento a Diego de Almagro y gritando desaforado con el poto al aire; ¡Que viva el Che Guevara, que viva el Che Guevara!. En tanto, la concurrencia observaba impresionada, recibía el saludo de Gladys Marín y del histórico dirigente Luis Corvalán, ex Secretario General del Partido Comunista de Chile. Luego, al caer el sol, una hermosa canción acompañó la escena, cuando por los parlantes se escuchó: Yo te nombro libertad.
Cueca maricueca
Terminado un año de visibilidad pública, el 21 de noviembre de 1997, me presenté en la inauguración de la 17º Feria Internacional del Libro de Santiago, efectuada en la Estación Mapocho. Ahí desarrollé una de las más publicitadas performance de El Che de los Gays. En una inauguración oficial, estaban los invitados culturales de siempre, muchos periodistas, escritores varios y las más altas autoridades políticas. Todo era tan habitual, que nada hacía presagiar lo que más tarde ocurriría. Nada, excepto mis labios pintados de rojo intenso, mi boina tipo Che y cierto aire de acontecimiento que se olía en el ambiente pre - inaugural.
El ajetreo comenzó cuando me senté en la primera fila, saludando amablemente a la ex primera dama de Chile, Hortensia Bussi de Allende. Ella, cariñosa, se volteó al escuchar mi saludo, mostrándose sorprendida por mi particular atuendo. Ella sonrió un poco confundida y se sentó junto a otros invitados ilustres. Después de que ingresaron a la sala las máximas autoridades del país, entre ellos Jaime Ravinet, Alcalde de Santiago; José Pablo Arellano, Ministro de Educación y el entonces Presidente del Senado, Sergio Romero, comenzó la inauguración oficial de la Feria del Libro con la interpretación del Himno Nacional, interpretado por el Orfeón Municipal.
Entonces, temerario, salté al escenario con pañuelo rojo en la mano y comencé a bailar una desenfrenada cueca al ritmo de la canción nacional, mientras gritaba: ¡Juicio a Pinochet, juicio a Pinochet, por los desaparecidos, juicio a Pinochet!. Nadie atinó a reaccionar, pensando que mi perfomance era parte del espectáculo inaugural. Interminables minutos duró la improvisada acción, hasta que guardias de seguridad subieron al escenario y me sacaron a la fuerza de la Estación Mapocho. Después, intentando superar el impasse, las autoridades pidieron disculpas por el hecho. ¡Qué bochorno!, comentó un ofuscado alcalde Ravinet. La expectación entre los reporteros que cubrían el evento, siguió hasta las puertas de la Estación Mapocho. Allí, custodiado por Carabineros esperé la llegada de un carro policial que, finalmente, nunca apareció. En tanto, la policía no entendía nada e, incluso, después de estar ampliamente custodiado, sólo un Carabinero me llevó detenido a la Primera Comisaría de Santiago en un radio taxi, siendo recibido en el cuartel por la teniente Alarcón, quien no daba crédito de la información que le entregaban sus subalternos. Luego de varias horas de detención, fui liberado, acusado de “desorden público”.
Mientras, en la Feria, escritores y autoridades políticas manifestaban sus opiniones al diario La Nación. El escritor Antonio Skarmeta señaló: Fue un acto espontáneo, en un ambiente estimulante, amplio y democrático como el del libro, que tolera este tipo de expresiones, impulsos y excentricidades. Me pareció muy bien.
“La yerba está conmigo, yo estoy contigo”
Un poco antes de que emergiera El Che de los Gay, asistí al acto de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), realizado el 1º de mayo de 1997, en el parque Almagro de la capital. Intentando entrecruzar demandas sociales con las utopías del mundo gay, aparecí con una corona de espinas, emulando a Jesús y un marco adornado con una pancarta que rezaba: La yerba está conmigo, yo estoy contigo. Usé la consigna porque, según me comentó Pedro Henríquez (el ex locutor de radio Umbral), la usaron los hippies criollos durante los años setenta para expresar su apoyo a Salvador Allende, el candidato de la izquierda.
Entonces, entendiendo muy poco de mi delirio con Jesucristo, la marihuana y Allende, la prensa habló de la presentación atribuyéndole significados contrapuestos. Así, pese a mi obligado destierro del Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH, después de la toma travesti, descubrí esta particular forma de permanecer activo, visible e independiente.
El 4 de septiembre de 1997, en el contexto de un nuevo aniversario de la muerte del guerrillero argentino en Bolivia, comencé a desarrollar una serie de acciones de impacto público. Con el afán de hermanar su causa revolucionaria con nuestros trabajos de emancipación; armado de una boina negra estrellada, la camiseta número 11 de la selección chilena de fútbol, un bidón que decía AZT (el nombre de la primera droga contra el SIDA) y los labios pintados de rojo intenso, me presenté en la discoteca Planet de la capital, en una fiesta en contra de la censura organizada por el performancista y productor teatral, Vicente Ruiz.
Ahí, en momentos en que la actriz Patricia Rivadeneira (ex agregada cultural de Chile en Italia) abogaba por la libertad de expresión en nuestro país, le arrojé un chorro de agua que tenía en el bidón de AZT para “provocar al provocador”. Vicente Ruiz no captó el sentido simbólico de mi acto y ordenó expulsarme del lugar con guardias de seguridad. ¡Esto es censura, esto es censura!, gritaba desesperado, mientras el público pensaba que todo era parte del espectacular show alternativo montado por el productor cultural. Luego, fuera de la discoteca, me desquité del censurador lavándome el trasero con la misma agua que le había arrojado a la famosa actriz, y declarando mi malestar por la censura a la prensa. Si bien pudo ser entendido como una agresión misógena, mi acto era una metáfora, un juego, un experimento, “provocar al provocador”, tensionar los límites de la libertad y la censura. En entrevista al diario La Tercera, el 6 de septiembre de 1997, Vicente Ruiz declaró:
Una cosa es abrir un espacio de libertad para que la gente se diga cosas y otra es que la gente te basuree. Yo no voy a permitir que nadie venga a romper la integridad de mi entorno familiar y creo que reaccioné como lo haría cualquier persona; imagínate que hubiera sido bencina en vez de agua y le tira un fósforo, nadie alcanza a reaccionar, nadie, y hoy día estaríamos en otra.
Tributo a Gladys
El 11 de septiembre de 1997, armado con mi boina tipo Che, los labios rojos y una estrellita que decía “CRISIS” (aludiendo a la crisis política que precipitó el Golpe Militar del 73), me presenté en la marcha de Derechos Humanos al Cementerio General, el 11 de septiembre de 1997. Acompañé a la multitud en la caravana que encabezó la líder comunista Gladys Marín, enfilando hasta el memorial de los detenidos desaparecidos. Más tarde, en medio de las tumbas, con la violenta represión policial y las bombas lacrimógenas, que no dejaban mirar ni respirar, ovacioné públicamente a Gladys, culminando mi tributo cuando le obsequié la estrellita.
Tiempo después, consolidando una relación de complicidad con Gladys, obsequié a la líder comunista una banda tricolor (en su calidad de candidata de la izquierda a la presidencia de Chile), provocando revuelo entre viejos militantes comunistas que vieron la instalación de sodoma y gomora en el Partido, según declaraciones del Presidente del Comando Presidencial de Gladys Marín, el sociólogo Tomás Moulian, recogidas en el premiado documental El Che de los Gays.
El Che de los Gays terminó convertido en un documental, recorriendo diversos festivales de cine del mundo, entre ellos destaca, el Festival Internacional de cine de La Habana, donde Víctor Hugo Robles, su protagonista, provocó controversia al citar abiertamente en el debut del film al disidente político y afamado escritor homosexual cubano Reinaldo Arenas. El Che de los Gays recibió el Premio del Público como Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine Gay/lésbico/transexual de Bilbao, Zinegoak, en enero del 2005. Su director es Arturo Álvarez Roa y su productora, Pamela Sierra.
Crisis política
En el Cementerio General, terminada mi presentación, regalé la estrella de “CRISIS” a Gladys Marín, justo cuando la policía reprimía a los encapuchados y me cruzaba con Lorena Astorga, la joven vocera oficial del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Junto a Lorena, emulando el rescate en helicóptero que liberó a sus compañeros de la Cárcel de Alta Seguridad19, salimos del lugar arriba de un taxi que apareció de la nada. La huida del Cementerio me hizo pensar en Ricardo Palma Salamanca, el más romántico de los frentistas liberados. El compromiso de Palma también lo recordé días después, cuando asistí al homenaje al Che Guevara en el Estadio Nacional. Allí, en medio del jolgorio juvenil vibré con mi boina, mis labios rojos y una estrella colorida que decía: “CHE TE ASMO”. Al parecer, pocos entendieron el significado de mi consigna y confundidos preguntaban por el sentido del mensaje. El Che Guevara era asmático, por eso lo asmo, les decía, sepultando de este modo cualquier otra interpretación.
Así, con este metafórico juego de palabras y mi particular acto de asmor, creí culminar un mes de activismo político. Sin embargo, pronto emanó la añoranza del plebiscito del 5 de octubre de 1988, cuando derrotamos a Augusto Pinochet en las urnas. Por eso, recordando aquel histórico triunfo del NO, el Partido Humanista organizó una manifestación en el Parque Almagro de la capital, lugar donde arribé hecho personaje. Fue delirante, ya que terminé con los pantalones abajo, encaramado en el monumento a Diego de Almagro y gritando desaforado con el poto al aire; ¡Que viva el Che Guevara, que viva el Che Guevara!. En tanto, la concurrencia observaba impresionada, recibía el saludo de Gladys Marín y del histórico dirigente Luis Corvalán, ex Secretario General del Partido Comunista de Chile. Luego, al caer el sol, una hermosa canción acompañó la escena, cuando por los parlantes se escuchó: Yo te nombro libertad.
Cueca maricueca
Terminado un año de visibilidad pública, el 21 de noviembre de 1997, me presenté en la inauguración de la 17º Feria Internacional del Libro de Santiago, efectuada en la Estación Mapocho. Ahí desarrollé una de las más publicitadas performance de El Che de los Gays. En una inauguración oficial, estaban los invitados culturales de siempre, muchos periodistas, escritores varios y las más altas autoridades políticas. Todo era tan habitual, que nada hacía presagiar lo que más tarde ocurriría. Nada, excepto mis labios pintados de rojo intenso, mi boina tipo Che y cierto aire de acontecimiento que se olía en el ambiente pre - inaugural.
El ajetreo comenzó cuando me senté en la primera fila, saludando amablemente a la ex primera dama de Chile, Hortensia Bussi de Allende. Ella, cariñosa, se volteó al escuchar mi saludo, mostrándose sorprendida por mi particular atuendo. Ella sonrió un poco confundida y se sentó junto a otros invitados ilustres. Después de que ingresaron a la sala las máximas autoridades del país, entre ellos Jaime Ravinet, Alcalde de Santiago; José Pablo Arellano, Ministro de Educación y el entonces Presidente del Senado, Sergio Romero, comenzó la inauguración oficial de la Feria del Libro con la interpretación del Himno Nacional, interpretado por el Orfeón Municipal.
Entonces, temerario, salté al escenario con pañuelo rojo en la mano y comencé a bailar una desenfrenada cueca al ritmo de la canción nacional, mientras gritaba: ¡Juicio a Pinochet, juicio a Pinochet, por los desaparecidos, juicio a Pinochet!. Nadie atinó a reaccionar, pensando que mi perfomance era parte del espectáculo inaugural. Interminables minutos duró la improvisada acción, hasta que guardias de seguridad subieron al escenario y me sacaron a la fuerza de la Estación Mapocho. Después, intentando superar el impasse, las autoridades pidieron disculpas por el hecho. ¡Qué bochorno!, comentó un ofuscado alcalde Ravinet. La expectación entre los reporteros que cubrían el evento, siguió hasta las puertas de la Estación Mapocho. Allí, custodiado por Carabineros esperé la llegada de un carro policial que, finalmente, nunca apareció. En tanto, la policía no entendía nada e, incluso, después de estar ampliamente custodiado, sólo un Carabinero me llevó detenido a la Primera Comisaría de Santiago en un radio taxi, siendo recibido en el cuartel por la teniente Alarcón, quien no daba crédito de la información que le entregaban sus subalternos. Luego de varias horas de detención, fui liberado, acusado de “desorden público”.
Mientras, en la Feria, escritores y autoridades políticas manifestaban sus opiniones al diario La Nación. El escritor Antonio Skarmeta señaló: Fue un acto espontáneo, en un ambiente estimulante, amplio y democrático como el del libro, que tolera este tipo de expresiones, impulsos y excentricidades. Me pareció muy bien.
Encontré extraño que luego pidieran disculpas. A lo mejor pedían disculpas porque no había aún juicio a Pinochet. Por lo menos así lo entendí yo, declaró el poeta Raúl Zurita.
Por su parte, Sergio Romero, entonces presidente del Senado, señaló molesto:
Fue una intervención absolutamente anormal, que no tiene respeto ni por el libro, ni por el himno patrio. Es una vergüenza. No lo considero un ataque al general Pinochet, sino una muestra de grosería e incultura. Lo que más me extraña es que alguna gente del público haya aplaudido. Demuestra que los valores se están perdiendo. No es posible que este tipo de pervertidos opaque una ceremonia internacional.
Al año siguiente, el 16 de octubre de 1998, Augusto Pinochet fue detenido en Londres, acusado por tribunales españoles de crímenes de lesa humanidad. Ese inolvidable día recordé la cueca maricueca de la Estación Mapocho.
Patitas de chancho
Tiempo después, en marzo de 1998, el activismo político monopolizó la atención pública. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la izquierda criolla organizó una manifestación en el Parque O’Higgins en repudio de las pretensiones parlamentarias del dictador, quien debía jurar como senador vitalicio. Animoso, me presenté en el acto armado con mi boina, la camiseta de la selección chilena y con un cartel que decía “JUICIO A PINOCHET”, adherido a un marquito de madera adornado con patitas de chancho.
El día del juramento de Pinochet en el Parlamento, Valparaíso estalló en protestas. Gladys Marín y Sola Sierra (fallecida presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos desaparecidos) fueron brutalmente golpeadas por Carabineros, mientras El Che de los Gays, junto a una multitud más un grupo de diputados de la Concertación, desfilábamos desafiantes por las calles del puerto con una bandera de Chile ensangrentada, recordando de este modo la sangre derramada por todas las víctimas de la dictadura militar.
Fiebre nudista
Instalado Pinochet en el Senado, las demandas pendientes del movimiento sindical continuaron en espera, desencanto visible en el acto de la Central Unitaria de Trabajadores del 1º de mayo de 1998. Deseando unir las reivindicaciones obreras con la causa libertaria de los gays, me presenté con una corona de espinas, la camiseta de la selección chilena, los labios rojos y el cuadrito de patitas de chancho con cartel que decía: “EL PUEBLO UNIDO”. En un minuto, cuando el entonces presidente de la CUT, el socialista Roberto Alarcón, terminaba de leer su discurso, salté las rejas de seguridad del escenario y me desnudé frente a la multitud. Coincidentemente, el mismo día, otra persona protagonizó un desnudo minutos antes que el boxeador Martín Vargas disputara el título latinoamericano de boxeo. Por lo mismo, el diario La Nación tituló lanoticia como: “Fiebre nudista llegó a Chile”.
En otra ocasión, un mes antes de que Pinochet fuera detenido en Londres y cuando se conmemoraron los 25 años del Golpe Militar, El Che de los Gays volvió a aparecer en un acto público. En un homenaje a Salvador Allende realizado en el Estadio Nacional, el 4 de septiembre de 1998, me presenté vestido de rojo, con una banda presidencial y un girasol gigante, protagonizando una alucinada vuelta olímpica en la cancha del Estadio Nacional, acto celebrado por Gladis Marín y Camilo Guevara, hijo del mítico comandante. Días después, en medio del lanzamiento de un libro sobre Salvador Allende escrito por el sociólogo Tomás Moulián, protagonicé una instalación. Nadie lo esperaba, pero motivado por la emisión del dramático discurso radial que el fallecido presidente pronunció el 11 de septiembre de 1973, me dirigí al escenario de actos de la Biblioteca Nacional e instalé una figura de yeso de San Sebastián de Yumbel al lado del autor del libro Chile Actual, Anatomía de un Mito.
La virgen rota
Mientras Pinochet permanecía detenido en Londres, el 22 de noviembre de 1998 me presenté en un acto de la izquierda en el Parque O’Higgins, vestido de novia y llevando una figura de yeso de la Virgen del Carmen (la patrona del Ejército chileno), quien a su vez portaba un pequeño cartelito que decía ¿Dónde Están? En medio de la actuación del grupo Sol y Lluvia, subí al escenario y bailé las contagiosas melodías del conjunto musical. Así estuve durante varios minutos, hasta que frente a la mirada atónita de los periodistas y público presente, cerré la intervención lanzando la virgen al suelo, rompiendo de este modo la virgen de yeso de los militares chilenos.
La escena fue aplaudida por algunos, entre ellos Gladys Marín, pero reprobada por otros. Viviana Díaz, la entonces vice presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, se molestó por la “herejía” y me manifestó abiertamente su rechazo. Pero, más allá de su parecer, el hecho quedó en la retina del público presente en la manifestación, recibiendo la casi total censura de la prensa presente en el acto. Sin embargo la excepción llegó de parte del desaparecido canal de televisión juvenil, Rock and Pop quien, a través de sus periodistas, Marcelo Comparini y Marcos Silva del programa Plaza Italia, exhibiendo las inéditas imágenes, expresando no entender mucho y exigieron una “santa explicación”.
Foto: 21 de noviembre de 1997. Víctor Hugo Robles, El Che de los Gays, interviniendo la inauguración oficial de la 17 Feria Internacional del Libro de Santiago, gritando “Juicio a Pinochet”.
Por su parte, Sergio Romero, entonces presidente del Senado, señaló molesto:
Fue una intervención absolutamente anormal, que no tiene respeto ni por el libro, ni por el himno patrio. Es una vergüenza. No lo considero un ataque al general Pinochet, sino una muestra de grosería e incultura. Lo que más me extraña es que alguna gente del público haya aplaudido. Demuestra que los valores se están perdiendo. No es posible que este tipo de pervertidos opaque una ceremonia internacional.
Al año siguiente, el 16 de octubre de 1998, Augusto Pinochet fue detenido en Londres, acusado por tribunales españoles de crímenes de lesa humanidad. Ese inolvidable día recordé la cueca maricueca de la Estación Mapocho.
Patitas de chancho
Tiempo después, en marzo de 1998, el activismo político monopolizó la atención pública. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la izquierda criolla organizó una manifestación en el Parque O’Higgins en repudio de las pretensiones parlamentarias del dictador, quien debía jurar como senador vitalicio. Animoso, me presenté en el acto armado con mi boina, la camiseta de la selección chilena y con un cartel que decía “JUICIO A PINOCHET”, adherido a un marquito de madera adornado con patitas de chancho.
El día del juramento de Pinochet en el Parlamento, Valparaíso estalló en protestas. Gladys Marín y Sola Sierra (fallecida presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos desaparecidos) fueron brutalmente golpeadas por Carabineros, mientras El Che de los Gays, junto a una multitud más un grupo de diputados de la Concertación, desfilábamos desafiantes por las calles del puerto con una bandera de Chile ensangrentada, recordando de este modo la sangre derramada por todas las víctimas de la dictadura militar.
Fiebre nudista
Instalado Pinochet en el Senado, las demandas pendientes del movimiento sindical continuaron en espera, desencanto visible en el acto de la Central Unitaria de Trabajadores del 1º de mayo de 1998. Deseando unir las reivindicaciones obreras con la causa libertaria de los gays, me presenté con una corona de espinas, la camiseta de la selección chilena, los labios rojos y el cuadrito de patitas de chancho con cartel que decía: “EL PUEBLO UNIDO”. En un minuto, cuando el entonces presidente de la CUT, el socialista Roberto Alarcón, terminaba de leer su discurso, salté las rejas de seguridad del escenario y me desnudé frente a la multitud. Coincidentemente, el mismo día, otra persona protagonizó un desnudo minutos antes que el boxeador Martín Vargas disputara el título latinoamericano de boxeo. Por lo mismo, el diario La Nación tituló lanoticia como: “Fiebre nudista llegó a Chile”.
En otra ocasión, un mes antes de que Pinochet fuera detenido en Londres y cuando se conmemoraron los 25 años del Golpe Militar, El Che de los Gays volvió a aparecer en un acto público. En un homenaje a Salvador Allende realizado en el Estadio Nacional, el 4 de septiembre de 1998, me presenté vestido de rojo, con una banda presidencial y un girasol gigante, protagonizando una alucinada vuelta olímpica en la cancha del Estadio Nacional, acto celebrado por Gladis Marín y Camilo Guevara, hijo del mítico comandante. Días después, en medio del lanzamiento de un libro sobre Salvador Allende escrito por el sociólogo Tomás Moulián, protagonicé una instalación. Nadie lo esperaba, pero motivado por la emisión del dramático discurso radial que el fallecido presidente pronunció el 11 de septiembre de 1973, me dirigí al escenario de actos de la Biblioteca Nacional e instalé una figura de yeso de San Sebastián de Yumbel al lado del autor del libro Chile Actual, Anatomía de un Mito.
La virgen rota
Mientras Pinochet permanecía detenido en Londres, el 22 de noviembre de 1998 me presenté en un acto de la izquierda en el Parque O’Higgins, vestido de novia y llevando una figura de yeso de la Virgen del Carmen (la patrona del Ejército chileno), quien a su vez portaba un pequeño cartelito que decía ¿Dónde Están? En medio de la actuación del grupo Sol y Lluvia, subí al escenario y bailé las contagiosas melodías del conjunto musical. Así estuve durante varios minutos, hasta que frente a la mirada atónita de los periodistas y público presente, cerré la intervención lanzando la virgen al suelo, rompiendo de este modo la virgen de yeso de los militares chilenos.
La escena fue aplaudida por algunos, entre ellos Gladys Marín, pero reprobada por otros. Viviana Díaz, la entonces vice presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, se molestó por la “herejía” y me manifestó abiertamente su rechazo. Pero, más allá de su parecer, el hecho quedó en la retina del público presente en la manifestación, recibiendo la casi total censura de la prensa presente en el acto. Sin embargo la excepción llegó de parte del desaparecido canal de televisión juvenil, Rock and Pop quien, a través de sus periodistas, Marcelo Comparini y Marcos Silva del programa Plaza Italia, exhibiendo las inéditas imágenes, expresando no entender mucho y exigieron una “santa explicación”.
Foto: 21 de noviembre de 1997. Víctor Hugo Robles, El Che de los Gays, interviniendo la inauguración oficial de la 17 Feria Internacional del Libro de Santiago, gritando “Juicio a Pinochet”.
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